víctima

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Un nuevo día había llegado, y no sé en qué pensamiento inteligente Slenderman consideró que era una buena idea enviarme de cacería con Nina. Primero, porque me odiaba; segundo, porque claramente solo iba a ser un estorbo; y tercero, porque posiblemente aprovecharía la oportunidad para convertirme a mí en la presa.

"Debes traer la víctima que le debes a Jeff."

Recordar las palabras de Slenderman me revolvía el estómago. Nina caminaba en silencio y a paso rápido; de vez en cuando tenía que correr para alcanzarla.

—Y… —intenté decir algo.

—¡Shu! —me calló bruscamente, señalando a dos personas que iban por un camino, quién sabe a dónde. Había un adulto y, a su lado, un niño que no aparentaba más de 12 años.

—Bien, yo iré por el adulto, el niño será fácil —dijo Nina, y yo me quedé en silencio, porque realmente no sabía a qué se refería; era obvio que yo no iba a hacer nada.

No me dejó ni hablar. Se acercó sigilosamente por la espalda y apresó al hombre mayor, derribándolo al suelo. El chico se espantó, pero no salió corriendo. Intenté ayudar, pero me abalancé sobre él, tirándolo también al suelo.

—Usa tus manos para noquear al chico —ordenó Nina, mientras clavaba su cuchillo en uno de los brazos del hombre que forcejeaba. Miré al chico, incapaz de moverme. Sus ojos reflejaban tanto miedo que me quedé paralizada. Él aprovechó y se levantó, dejándome en el suelo.

Luego se dirigió hacia Nina y la golpeó con una roca. Ella cayó al piso, sosteniéndose la cabeza. "Me va a asesinar por esto", pensé, pero ni mis manos ni mis pies reaccionaban.

—¡Haz algo, maldita sea, Mónica! —gritó Nina mientras intentaba levantarse para atacar al chico, pero el hombre mayor ya se había incorporado y la golpeó tres veces con un palo que encontró en el piso. Nina cayó de nuevo y ellos se fueron corriendo.

Pasaron unos segundos antes de que me levantara y me acercara a ella.

—¿Estás bien? —pregunté, tocando su hombro.

Nina se levantó furiosa y me dio un puñetazo tan fuerte que me rompió el labio.

—¡ESTÚPIDA! —gritó, tomándome del cabello y tirándome al suelo—. De esto se enterará Slenderman —añadió, y comenzó a caminar de regreso. No dije nada, ni siquiera me quejé del dolor. La seguí en silencio para no molestarla más.

Empezaba a pensar que los golpes no dolían tanto cuando empezabas a recibirlos a diario.

Jeff entró en la oficina de Slenderman y se sentó relajado en la silla vacía. El hombre sin rostro dirigió su atención hacia él, dejando escapar un gruñido apenas audible.

—Baja los pies de la mesa —le pidió, empujándolos con uno de sus libros.

—¿Para qué me llamaste? —preguntó el menor, incorporando su postura.

—Necesito que le enseñes a Mónica a matar. Nina no cuenta ni con la paciencia ni con la experiencia, sin mencionar que la odia —respondió Slenderman.

—Slenderman, tú más que nadie sabes que matar no es algo que se aprende como las matemáticas —se burló Jeff.

—Sí, pero sé que eres buen profesor, o al menos creas escenarios adecuados para llevar a las personas a matar... Lo hiciste bien con Nina. No creo que sea diferente con Mónica —dijo Slenderman, manteniendo su tono serio.

—Bueno, digamos que será divertido, y además, ella me debe algo —respondió Jeff, levantándose de la silla—. Cuenta con ello, Slenderman. Te aseguro que muy pronto esa chica será una asesina experta —añadió antes de irse.

Conviviendo Con EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora