CAPÍTULO UNO

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Me desperté con desasosiego al sentir la primera gota de agua helada recorrer todo mi cuerpo. Continuaba  irrumpiendo desesperada por mi garganta, levante las manos tratando de bloquearla hasta que se detuvo. Limpié mi rostro y enfoque mi mirada, maldito rufián. 

-¡¿QUÉ DEMONIOS PASA CONTIGO?!-le grité a mi querido hermano, ni en situaciones como estas el sarcásmo me abandonaba. El idiota se hecho a reír como un tarado en el suelo de mi habitación, ¿de verdad él era el mayor? Sinceramente lo dudaba. 

-Hubieras...visto...tu...cara-logró decir Allan en medio de su ataque de risa. A veces podía ser tan infantil, daría lo que fuera por ver los rostros de sus chicas del fin de semana observándolo en esta situación. 

-Es enserio eres un idiota.-Me basaba de toda la poca paciencia que me quedaba, y de lo más tierno que se me pudo ocurrir en mi limitado vocabulario de cariño. Generalmente era directa o me guardaba mis pensamientos, pero con All, las ganas de tirarlo del edificio sobrepasaban mis límites de cordura. 

-Si, pero amas a este idiota- dijo All lanzándose encima mío como un costal de papas. Cuando menos me di cuenta estaba tratando de huir de sus cosquillas, cuanto lo odiaba...De acuerdo no lo odiaba, solo tenía muy pocas ganas de golpearlo. Pocas. 

-Deténte...por...favor-logré decir, Sencillamente le tengo fobia a las cosquillas... puede sonar raro, pero siento que voy a morir ahogada, y él conocía muy bien eso, tanto como yo su miedo a la soledad. 

All dejó de hacerme cosquillas por su propio bienestar, sabe que me puedo poner un poquito agresiva.. Conectó su mirada con la mía y no tuvimos más opción que reírnos. Después de unos minutos me recompongo del hermoso comienzo del día y me dispongo a darme una ducha, el calor en esta época podía ser infernal. Sin embargo noté algo extraño en la disposición de mi hermano. 

-¿Qué sucede?-pregunté extrañada, solo se ponía nervioso cuando me iba a decir una noticia que sabia que no sería de mi agrado. Lo conocía muy bien para darme los lujos de saber sus tics, por ejemplo su constante jugar con el borde de su camiseta.

-No te va a agradar, y solo te pido que mantengas la calma.-Comenzó a decir con su tono precavido-Escucha se que esto es difícil para ti... 

-Solo dímelo Allan.-Odio este suspenso.

-Nuestra abogada informa que debemos trasladarnos inmediatamente para Los ángeles. Deborah ha ganado un poder legal que indica que debemos vivir allí por temas de supuesta "inestabilidad económica y emocional", además de amenazarnos con pedir tu custodia. 

-¡¿CÓMO?!- Exclamé sorprendida, esta era la segunda vez que gritaba en tan solo veinte minutos. Respira profundo, inhala y exhala. Lo observé con una vaga esperanza de que esto fuera solo una broma. Caminaba de un lado a otro por mi habitación, negando lo que antes había escuchado.

Esto no puede ser... real. Mi hermano y yo hemos vivimos solos en Madrid-España desde hace siete años cuando nuestros padres murieron. Su muerte me ha afectado demasiado a tal punto que se me hizo difícil aceptar que ellos ya no estaban y todavía lo hace, pero me he ido recuperando. No sabia de la existencia de Deborah, nuestra tía, desde hace cinco meses cuando vino nuestra abogada a informarnos que teníamos un pariente vivo que estaba reclamando nuestro poder, Allan es mayor de edad y yo estoy bajo su cuidado. No la apreciaba, ni la determinaba por el simple hecho de que es completamente incoherente que después de siete años se dignara a aparecer, no, yo no me creía cuentos ridículos de que no sabía sobre nuestra existencia. 

-Eso es imposible All, no quiero y no volveré a estar en la custodia de nadie y lo sabes. Menos de esa mujer que no se digno a dar rastros de vida después de siete años- le dije un poco histérica a mi hermano.

Pateando tu EGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora