CAPÍTULO VEINTISIETE

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-No.-Dice Allan por última vez y continúa jugando con Jace un loco videojuego que sinceramente no logro comprender.

-No te estoy pidiendo permiso All, solo estaba dandote la información.-Le explico rendida. Él y su maldita terquedad no quieren entender que Deborah va a ir a la casa de Damien, y por muy desagradable que me parezca la idea, tengo que ir.

-Y yo no te estoy dando permiso, a esa casa no vas a entrar y se acabó esta conversación. Le diré a Deb que estas ayudandome en algo importante.-Okey, hasta aquí llegó mi paciencia.Camino hasta su Xbox y con una fingida inocencia roso el botón de apagado. La habitación queda en silencio.

-Tres...dos...uno...

-¡BROOKEEE! TE ME JODES TÍA, QUE TE HAS VUELTO LOCA. EL JUEGO NO SE HA GUARDADO, MALDITA LUNÁTICA.-Grita Allan en nuestro bello idioma natal. Yo suelto una risita y Jace nos mira sin entender una palabra. Él nunca replica, es muy calmado de hecho.

-Se que lo superarás.-Le respondo en el mismo idioma.-Ahora si me permites, tengo que ir a alistar una pequeña maleta.

Salgo de la sala practicamente corriendo y subo las escaleras de dos en dos, cierro la puerta de la habitación y no pasan más se cinco segundos cuando escucho el grito de exasperación de Allan seguido de un fuerte portazo que retumba en las paredes.

Suelto un suspiro y miro a mi alrededor. Todo es blanco y negro, aunque realso en un detalle que no estaba esta mañana. El cobertor de la cama es de un rojo profundo y en el está grabado con una caligrafía perfecta; "BROOKE". Me sorprendo bastante y me acerco para detallarlo. Paso mi mano por las finas letras cosidas a mano, es bellisimo. ¿Quién pudo hacer esto? Si fue Allan me hará sentir muy mal por lo de hace un rato. Aunque dudo que haya sido él, porque verdaderamente jamás me ha hecho un buen regalo en...toda mi vida. Es pesimo escogiendo regalos. Y la billetera de Dora la exploradora para mis dieciséis, lo confirma.

¿Quién más pudo ser? La única persona además de Allan que sabe que estoy aquí es...Oh, mierda. No, no, no. Él es muy tranquilo, y además yo lo trato peor de lo que la vida lo hace conmigo. Será que...Ay por la santa gloria, ahora que lo pienso nadie es tan amable. Me alejo de la cama y me quedo mirando fijamente mi nombre, por favor que no sea lo que estoy pensando.

"Vámos, no seas ridícula, apenas si lo conoces, ¿Quién te crees? Ni que fueras modelo de Victoria's Secret."

"OKEY, Ese es un buen punto. Por fin me sirves de algo maldito subconciente."

Suelto una sonora carcajada y me dirijo al baño con mis bizarros pensamientos. Abro la gran puerta y me topo con mi reflejo, no es más de lo que esperaba. Ropa visiblemente empapada, cabello terrible, mejillas sonrojadas, labios hinchados, grandes ojos verdes que destacan más por causa de las terribles ojeras y de lo delgado de mi rostro. Alzó una ceja inquisitiva para mí misma, no creía que Damien siguiera teniendo el maldito efecto en mí de volverme loca. Pero bueno, no estaba preparada para verlo y menos aún para ser tan jodidamente sincera. Supongo que todavía no desarrollo ninguna inmunidad ante sus ojos. 

Me quito la ropa e ingresó a la ducha. Abro el agua fría y permito que recorra mi cuerpo erizando cada bello en el. No quiero pensar mucho en lo que viene, así que mejor me ducho rápido. Voy a tomar mi usual shampo, cuando noto uno nuevo acomodado en el estante con su pareja de acondicionador. Leo detalladamente la inscripción que dice "Shampo de rosas y chocolate para un cabello brillante". ¿Pero que rayos?, okey añadiéndole esto al cobertor, esta situación es bastante extraña. Por un momento pienso en dejarlo a un lado pero mi curiosidad gana y abro la tapa. Que aroma tan embriagador, supongo que no le vendría mal a mi desastroso cabello.

Pateando tu EGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora