¡Por fin Viernes! Acabo de salir de mi tercera clase del día, biología y geología, un asco. Agradezco a Dios que haya tenido piedad de mi y que las tres últimas clases de hoy me gusten: música, literatura y educación física. ¡Y lo mejor de todo! ¡Mañana hay luna llena! Y Kate irá a verme, sin saber que soy yo, obviamente. Me lo ha dicho. Estoy eufórico de la alegría.
***
Estoy de camino al gimnasio para hacer la clase de educación física. Me gusta porque es mi fuerte, no me canso con facilidad, ya que mis pulmones de lobo filtran el suficiente aire para que todas mis células estén al límite durante largos periodos de tiempo.
En cuanto llegamos el profesor nos pone a correr diez minutos. Bah, eso no es nada. Todos acaban sudando, cansados y con las pulsaciones por los aires. Sin embargo, yo las tengo como si estuviera en el sofá viendo la televisión.
-Jupiter,- me llama el profesor.- parece que no está cansado.
-De hecho, no lo estoy, señor.
-Con que eres de los que no se cansan con facilidad.
-Tengo bastante aguante, señor. Permanezco al límite durante largos periodos de tiempo.
Me lanza un puñetazo y lo esquivo moviendo apenas la cabeza.
-También tienes buenos reflejos...- dice, pensativo.- Ven, vamos a experimentar contigo.
¿Experimentar conmigo? ¿Este tío de qué va? No soy ningún conejillo de indias.
-¡Sacad la máquina lanza pelotas!- grita.
Un par de alumnos traen un cacharro de los que usan en béisbol para entrenar a los jugadores. Lo ponen frente a mi. Esto va a ser divertido.
-Te voy a tirar treinta pelotas y las tienes que esquivar todas.- anuncia.
-Cuando quiera, señor.- le reto.
El cacharro empieza a escupir pelotas sin compasión. Las voy contando mientras las esquivo con la facilidad del viento. Pelota veintiocho. Pelota veintinueve. Me fijo que el profesor sujeta un vaso de café en la mano. Pelota treinta. La cojo y en un abrir y cerrar de ojos la lanzo. El sonido al caer en el recipiente alegra mi alma traviesa. Me cruzo de brazos y sonrío maliciosamente.
-¿Cómo diablos ... ?- se queda perplejo.
-Gracias por su consideración.
El timbre suena, cojo mis cosas, espero a Kate y nos vamos.
-¿Cómo hiciste eso?- pregunta en seguida.
-¿Sinceramente? No tengo ni idea.
Esto la hace reír. Su risa es tan hermosa.
***
La noche del sábado cae. ¡Ha llegado mi hora! Sé que ella me espera, impaciente, como siempre. Miro por la ventana, la calle está desierta y la luna resplandece. Salgo a la calle y en cuanto la luz lunar me toca la transformación comienza. Cuento los segundos: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce. Suelo tardar menos, pero supongo que esta vez es porque estoy nervioso. Caigo sobre mis cuatro patas, y corro entre los árboles para no llegar tarde a mi cita. Aúllo en mitad del bosque. Ya voy, Kate, espérame. Sigo mi paso.
-¿Estás ahí?- susurra.- Sé que estás oculto en las sombras.
Camino despacio, con paciencia pero con el corazón a mil. Me muestro ante ella. Se aferra a mi cuello. Me ha echado de menos. ¡Es la huella de mi lobo! Sus palabras vuelven a hacer eco en mi cabeza. ¿Qué me está haciendo?
Paso con ella hasta el amanecer, donde acaba dormida en mi pelaje. Tengo que llevarla a casa pero no con estas pintas. Tomo aire un par de veces y obligo a mi cuerpo a devolverme a mi estado inicial. La tomo en brazos y en menos de quince minutos estoy fuera de su casa. La puerta no está cerrada con llave así que puedo entrar, y con sigilo la tumbo en el sillón, la tapo con una manta que encuentro. Abre un pocos los ojos.
-Hola Troy. ¿Donde está mi lobo?
-Duérmete, nena, es tarde.
Me agarra de la camisa, no me deja ir.
-Te quiero.- dice con un hilo de voz.
La beso en la frente y me voy antes de que vuelva a retenerme.
Yo también necesito dormir un poco.
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El delirio de la luna
RomanceTroy Jupiter es un chico de 17 años con una cualidad especial: es un lobo. Acaba de mudarse a un pequeño pueblo del norte de Estados Unidos y ahí, por fin descubrirá lo que lleva esperando toda su vida. -TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS-