Capítulo 19

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Acabo de sentarme para almorzar con Kate en el instituto. Frente a mi tengo una bandeja con ensalada tropical y un yogur natural. ¿Por qué no sirven comida decente? 

Con respecto al día de hoy, esta siendo un lunes bastante agradable, con el único defecto de que nos han anunciado en gimnasia, que mañana haremos la excursión anual de senderismo. Me gusta caminar por el bosque pero no con un grupo de gente. Qué asco. 

Observo a Kate comer, está muy guapa con ese moño mal hecho.

-¿Qué tanto me miras?

-Nada, solo te miro.

Se ruboriza y beso su mejilla, tibia. Siento la presencia de alguien más en la mesa. Es la camarera del sábado. 

-¿Querías algo?- le suelto, cortante.

-Tu debes de ser Troy.

-Sí, ¿y?- arqueo una ceja. 

-El viernes doy una fiesta en mi casa, estás invitado. -me da un papel con un número de teléfono.- Soy Perrie Evans.

En cuanto se va, hago el papel en pedazos. Esta tía piensa que soy otro de sus perritos falderos. 

De un momento a otro, Kate se levanta enfadada. ¿Qué coño le pasa ahora? ¿Está celosa? Pisando fuerte, camina rápido, con agilidad. La sigo y consigo detenerla en el pasillo. Tomo su brazo y tiro para que me mire. Me dedica una mirada fría que podría haberme congelado hasta a mi. Aunque admito que sí, que hasta enfadada es bonita. De un manotazo se libera de mi. No tan rápido, nena. Me apodero de sus muñecas y, con la cadera, la acorralo contra la pared. Mantengo sus brazos por encima de la cabeza y sigo ejerciendo presión sobre su cintura con la mía para que no se mueva. Busco sus labios pero gira la cara. Está bien, juguemos. Con su movimiento deja un tentador espacio libre a su cuello. Beso y mordisqueo lento y agonizadoramente. Se estremece contra mi. Vuelve a girar la cara para que pare y esta vez, la beso en los labios. Entonces, me muerde con fuerza el labio inferior, intentando hacerme daño. Lo consigue, a los pocos segundos noto el sabor metálico de la sangre pero eso no me detiene. Sucumbe de una puta vez, no te niegues a aquello que te vuelve loca. Sigo insistente, y en sólo cuestión de milésimas de segundo, se deja llevar. ¡Por fin! Saboreo entre su boca y la mía, la sangre, el sudor y las cenizas de una enfado consumido por el fuego que ahora nos devora. 



El delirio de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora