Capítulo 23

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En cuanto entro a casa la abuela me recibe preocupada y me echa la bronca por no haber llevado el teléfono para llamarla. Menudo día estoy teniendo, me caen broncas como tortas. Decido ignorar a mi querida abuela encerrándome en mi habitación. Miro el reloj , marca las 16:08. El día esta nublado y el frío deja la promesa de una tormenta. Estupendo, adoro el mal tiempo. Me dejo caer en la cama y me quedo mirando el techo. No estoy cansado, quizá debería ir al cañón a tomar el aire y luego darme una ducha de agua fría. La idea suena apetecible.

Salgo por la puerta de atrás y de un salto entro en fase. Sin prisa alguna y con paso ligero me dirijo al cañón. Justo antes de llegar un aroma nuevo inunda mis fosas nasales. Mis sentidos se activan desenfrenados. El olor es tan familiar. Otro licántropo... pero no es de mi raza. Huelo el suelo y el olor se vuelve más intenso. Un hombre tigre. No son seres hostiles pero pensaba que esto eran tierras vírgenes. Puede que esté de paso. Voy donde el olor me guía sin fijarme demasiado por donde paso. Cuando el perfume se acaba vuelvo a mi forma humana. Casi me caigo de culo al fijarme donde estoy. La puerta trasera de la casa de Kate. ¿Qué busca un medio gato aquí?

Toco con insistencia excesiva la puerta. Abre la señora Grace.

-¿Qué ocurre, Troy?

-Susan, ¿dónde está Kate?

-Dentro, pasa.

Entro como una tromba y corro al piso de arriba en busca de mi rubia. La puerta de su habitación está entreabierta y accedo al interior del dormitorio sin llamar. En seguida me arrepiento de mi decisión, ya que la encuentro envuelta en una toalla. Me tapo la cara con las manos y me doy la vuelta.

-Mierda.- maldigo en voz alta.

-¿Qué haces aquí? ¿Y por qué no llamas antes de entrar?

-Lo siento.- tartamudeo.

Aunque en mi interior no siento nada, quiero decir, me muero por contemplar cada una de sus curvas y bordes. Casi me relamo sabiendo que la tengo a un par de metros y tan sólo vestida con una toalla. Espera. Frena la dirección de tus pensamientos.

-Ya puedes girarte.

Obedezco y, al hacerlo, me deleito de un pijama compuesto de camisa y pantalón corto con el grosor de una tela de cebolla. Joder, no me lo pone fácil. Siento el fuerte impulso de arrancarle la ropa con los dientes. Tenso la mandíbula intentando retener mis más primitivos impulsos.

-¿Estás bien?- pregunta.

No, por supuesto que no. ¿Cómo iba a estar bien viéndote así vestida?

Al no encontrar respuesta, la ojiazul camina hacia mi. Señor, ¿por qué me haces esto? Se para a un par de centímetros de mi. Acaricia mi mejilla con ternura.

-Troy.

-¿Si?- consigo decir en un suspiro. Ella sonríe.

-¿Qué sucede, grandullón?

-Tú y ese pijama...

-Quizá debería quitármelo.

La boca se me abre como un buzón. Hace un dos minutos me peleaba por haberla visto envuelta en una toalla y ahora me está incitando a que la desnude. Sigue sonriente, y ahora, se muerde el labio con una seductora lentitud. ¡A la mierda todo! Tiro de ella y cae en mis brazos sin resistencia. La beso y mi ansia de tocarla no hace más que aumentar. Recorro con las manos desde el cuello hasta los glúteos. Enloquezco.

Y entonces el olor a gato vuelve a mi nariz. Él ha estado aquí.

El delirio de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora