Capítulo 13

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Son las ocho de la tarde y estoy por fuera de la casa de los Grace. Ha llegado la hora de buscar respuestas con respecto a mi sueño. Susan abre la puerta y dejo que adivine mis intenciones.

-Steve está en el sótano.

-¿El sabe que tú...?- niega con la cabeza. 

¿Sabrá algo de mi rara raza?

-Tampoco.- responde a mi última pregunta.

Me indica el camino. Bajo con torpeza los escalones de madera antigua. 

-¿Señor Grace?

-Tu padre te ha avisado, ¿cierto?- asiento nerviosamente.

Cierra la puerta con llave y me ordena sentarme en el suelo. Se coloca frente a mi.

-Tienes un tiempo muy limitado, apenas un par de minutos. Aprovéchalos.

Me toma de las manos y siento que me voy dejando dormir. Cuando abro los ojos de nuevo estoy completamente solo. ¿Dónde se ha metido? Me levanto y, en seguida, veo a la persona que me ha dado la vida, sonriéndome desde la otra punta de la habitación. Corro hacia ella para fundirnos en un abrazo. Las lágrimas brotan por mis ojos sin control.

-Mamá, eres tú.

-Mi pequeño Troy, cuanto has crecido.

-Tenía tantas ganas de verte, mamá... no sabes cuanto he llorado desde tu partida.

-Lo sé, mi niño, he estado a tu lado observándote sin poder hacer nada.

Sollozo y mamá me seca las lágrimas. Ella es tan bonita y tan buena. Tras un par de segundos, recupero el aliento.

-Tengo que contarte una cosa, lobito.

-¿De qué se trata?

-Es Kate.

Sonrío al instante al pensar en ella.

-Te aceptará, con tus dos caras.

-¿Lo hará?

-Sí.

Siento que el tiempo se agota, tengo que volver a mi. No quiero irme. Con mamá estoy protegido. Con mamá nadie puede hacerme daño.

-Mamá, te quiero.

-Y yo a ti, Troy, te quiero mucho.

La abrazo por última vez y vuelvo al mundo.

***

Tras una larga charla mental con Susan en el salón, me atrevo a preguntarme donde está Kate. Subo a su habitación. La puerta está abierta. Está en la cama, leyendo algo. La observo mejor y me doy cuenta de que lleva mi camisa y unos pantalones de pijama cortos. Es tan tierna.

-¿Se puede?

-Que agradable sorpresa, Troy. 

Me indica que vaya a su cama, donde sigue acostada. Quiero hacerla reír un poco y lo consigo tumbándome sobre ella. Hundo el rostro en su cuello, y me rodea con los brazos. Deposito un beso húmedo en su clavícula y se retuerce bajo mi cuerpo. Luna, ¿es cierto que tú también me deseas? Levanto la cabeza para mirarla. Se quita las gafas y las deja en la mesita de noche junto al libro. En un acto de valentía, tira de mi camisa para que me sitúe a su altura y me acaricia los labios con el dedo pulgar. Luna, te quiero. No lo piensa más y me besa. Me atrae contra su cuerpo, no quiero aplastarla, así que, con un ágil y rápido movimiento, ella yace sobre mi. Agarro su barbilla, profundizando el beso y mi lengua toca tímidamente la suya, sintiendo la cosa más hermosa que existe: el amor. Recorro su cuerpo con las manos y me aferro a sus piernas semidesnudas, deleitado por la frescura de su piel. Ella busca contacto con mi piel, y consigue colar una de sus manos por debajo de mi camisa. Se despega un poco para tomar aire. Me mira, anhelante. Ella también quiere tocarme. Me deshago de mi camisa y vuelvo a ella. Responde besándome de vuelta, y ahora recorriendo mi pecho ardiente con la manos. Luna, estoy enamorado de ti.


El delirio de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora