Capítulo 6

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Por desgracia para el señor y la señora Grace, y para mi suerte, Kate y yo tenemos un pequeño apartamento para nosotros solos. Estoy preparando algo de comer mientras lee en su cama. En lo que me doy la vuelta para sacar las pechugas de pollo de la sartén y vuelvo a mirarla, me fijo en que por su mejilla baja una lágrima. ¿Por qué llora? Me fijo en el título del libro, La Celestina, una obra española de Fernando de Rojas. Tuve que leérmelo hace algún tiempo, para un examen de literatura.

-Los oídos no oyen cuando el corazón está embargado de dolor.- le digo, llevando los cubiertos a la mesa.

Me mira hecha un mar de lágrimas. Cierra el libro y se limpia con la camisa. Tengo que subirle el ánimo, tiene que recuperar la sonrisa.

-Me fijo en tu mirada y me inspiras la gracia, la elegancia del zafiro, cómo unos ojos tan bonitos pueden a veces estar tan tristes, tan perdidos, tan embargados. Cómo soportar que esos ojos lloren sin poder hacer nada para detenerlo, cómo no sentir otra cosa que no sea impotencia. Soy incapaz de verte así.

Sus lágrimas cesan al momento.

-¿Cómo lo haces? ¿Cómo has hecho que pare de llorar?

-Conozco bien tus ojos, con los que no solo miras, también hablas e, incluso, besas.

-Joder, pues a mi me gustaría besarte.-murmura en un susurro.

Joder digo yo. ¡Quiere besarme! Si estuviera en fase ahora mismo parecería un chucho moviendo el rabo de alegría. Me paro frente a ella, con la manos en la cintura y con unos ojos incrédulos, incluso desprendiendo algo de chulería, travesura y diversión.

-¿Y si te digo que a mi también?- le suelto sintiéndome poderoso, en la cima del mundo.

Sus pupilas se dilatan y el deseo contenido se le desborda por cada poro de piel. Te he pillado, luna. Un rubor crece en sus mejillas, y en un intento desesperado por recuperar el control de su cuerpo y la dirección de sus pensamientos, muerde su labio inferior. ¿Qué clase de manjar ha puesto Dios a mi alcance? ¡Qué delicia divina!, rosado y carnoso. ¡Solo le falta decirlo! Cada una de sus células me gritan que la bese. De un minuto para otro abandona la esperanza y se levanta de la cama, para huir de mi. Es imposible escapar de mi, luna. La acorralo contra la pared y ya es mía. Tímida, me acaricia la cara con esas manos que me desnudan el alma con apenas un roce. Entonces, aprieto sus labios contra los míos, y su boca, se abre a la mía permitiendo el paso a una lengua apoderada por el éxtasis del deseo. Me rodea el cuello con los brazos y yo disfruto de la sensación de sus caderas controladas por mi manos. Poco a poco se relaja y sus nervios iniciales se transforman en un hambre únicamente saciada por el beso, que ahora nos consume, en una danza sensual entre su lengua y la mía. Noto la falta de oxígeno en sus pulmones y me separo un centímetro, toma una profunda bocanada de aire y vuelve a mi, como un imán al hierro. Deposita un pequeño beso en mi boca, y feliz, le sonrío, ella responde mordiendo mi labio y tirando de el. Oh, luna, no sabía que fueras tan deliciosa.

El delirio de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora