Sagrado viernes. El día de ayer fue horroroso, empezó a llover a cántaros y tuve que subirme en el avión aún chorreando.
Hoy hemos tenido examen sorpresa de cálculo. Suspendido seguro. Estoy en el gimnasio, ya que toca educación física. Kate y yo hablamos sobre la prueba, al parecer, a ella también le salió mal. De repente, alguien me da un puñetazo en la cara y me tira al suelo. ¿Qué coño? Kate viene en mi ayuda.
-Tranquila, estoy bien.- anuncio.
Localizo al tío, es ancho, un poco mas alto que yo. Me dirijo a hablar con él. Me golpea de nuevo, ¿qué mosquito le ha picado? Esta vez consigo mantener el equilibrio. Sacudo la cabeza para quitarme el zumbido que me ha quedado en el oído. Esta bien, juguemos a tu juego. Lanza otro puñetazo que consigo parar con una mano. Levanto la rodilla y le golpeo en el estómago. Su ira crece y consigue dar en el blanco una vez más, me derriba y golpeo la cabeza contra el cemento. Joder, que dolor. Basta, se acabó andarme con rodeos. Me pongo en pie y voy directo a él. Lo agarro por el cuello y lo arrastro hasta una pared. Lo acorralo y tenso mi mano alrededor de su cuello.
-No. Vuelvas. A. Molestarme.- le digo, mi enfado aumenta.
Empieza a luchar por el oxígeno. Maldita bola de cebo.
-¿Está claro?- casi grito.
Asiente repetidamente. Lo suelto. Kate se acerca apresurada.
-Estás sangrando.- toco mi frente y compruebo que es cierto.- Vamos a los vestuarios, te curaré eso.
***
Hago una mueca cuando el alcohol toca la herida.
-Es solo un pequeño corte.- anuncia.
Limpia la sangre, me cura la herida. A ella le gusta cuidar de mi. Y yo dejo que lo haga. Sus ojos brillan bajo sus gafas. Luna, eres preciosa. Termina y se queda observándome, devorándome con la mirada. Le quito las gafas para poder deleitarme mejor del zafiro de sus ojos.
-Eres preciosa.- murmuro.
Ella ríe. ¡Joder!, la palabra preciosa se le queda corta. Me mira profundamente a los ojos. ¿Puede verme? Luna, ¿puedes ver el monstruo que soy? En realidad, ha visto las dos caras sin saber que son de la misma moneda. Caigo y caigo y caigo en redondo en su mirada, hundiéndome en su iris. Solo su dulce voz es capaz de devolverme a la realidad.
-Eh, grandullón, ¿sigues aquí?
-Sí, sí... solo... me gustan tus ojos.
-Y a mi los tuyos, se parecen mucho a los de mi lobo.
Agacho la cabeza en seguida. No puede descubrirlo de esta manera. No puede descubrirlo directamente. Si lo hace no sé que pasará.
Posa un dedo en mi barbilla y me levanta la cabeza, acto seguido, me acaricia la mejilla. Disfruto de su tacto, de sus dedos frescos. El deseo despierta en mi automáticamente. ¿Qué me estás haciendo, luna? Ella también lo nota. Escucho como su pulso se acelera y su respiración se vuelve irregular. Maldita sea, Kate, deja de hacerme esto... o mejor no. Déjame seguir hechizado de por vida en tus gestos.
ESTÁS LEYENDO
El delirio de la luna
RomanceTroy Jupiter es un chico de 17 años con una cualidad especial: es un lobo. Acaba de mudarse a un pequeño pueblo del norte de Estados Unidos y ahí, por fin descubrirá lo que lleva esperando toda su vida. -TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS-