Capítulo 9

22 4 0
                                    

Mañana por la mañana nos iremos de aquí y volveremos al pueblo. Se está haciendo de noche y Susan ha decidido que es buena idea cenar fuera, en un restaurante elegante o algo así. Me obliga a vestirme de etiqueta. Por error metí una camisa de botones blanca en la maleta y me la tengo que poner. Con esa camisa, unos pantalones vaqueros cortos y mis Vans negras, me parece que estaré bien. 

Me remango la camisa y me miro al espejo. Poso un poco como un idiota. ¿Por qué todos los tíos hacemos eso? Susan entra al apartamento directa a mi. En el cuello me pone una pajarita de elástico roja. Ni que yo fuera un payaso.

-La conseguí en un bazar chino que hay cerca. Te queda bien. A ver date la vuelta.- giro sobre mis tobillos.- ¡Tienes un tatuaje! ¿Por qué no te lo había visto?

-Tampoco es que lo vaya luciendo.

En mi gemelo izquierdo está perfectamente dibujada una luna llena. Me la tatué hace un par de años, me volvía loco, era mi verdadero amor. Luego llegó ella... con su sencillez, con la frescura de su piel y con el azul de sus ojos.

El restaurante es elegante, refinado. Nos sentamos en una mesa redonda con un mantel blanco y nos sirven algo de champán. Dejo que Steve y Susan elijan, a mi me da igual.

De primero tomamos sopa de calabaza, de segundo puerco al horno con salsa de tamarindo y de postre una porción de tarta de queso. Todo delicioso.

Volvemos caminando, paseando tranquilamente, charlando. Bueno, charlan ellos, yo les sigo dos pasos por detrás. Kate viene a mi lado y se aferra a mi brazo.

-Mi madre me ha contado que en tres días será tu cumpleaños.

Mi cumpleaños. La fecha de muerte de mis padres. La oscuridad me inunda y lucha por salir al exterior. La retengo con todas mis fuerzas.

-Podríamos hacer una fiesta, invitar a tus amigos de Canadá, seguro son estupendos.

Joder, me desbordo. Pierdo los papeles.

-No.- hablo cortante, con la voz grave y las pupilas muy dilatadas.

-Pero seguro que...- ella sigue entusiasmada con la idea.

-Llevo seis años sin celebrar mi maldito cumpleaños y el séptimo no va a ser diferente.- levanto la voz. Se queda pálida, a punto de llorar.

Libero mi brazo de sus manos y echo a correr. Me tengo que alejar, no quiero hacerle daño. Voy por otra calle y me meto en un bar. Pido un par de copas. 

Miro el reloj, ¿ya son las dos de la madrugada? Vuelvo al piso, creo que estoy un poco borracho. Por no despertar a Kate decido dormir fuera, en recepción, hay unos sillones estupendos. Me acomodo y el sueño me llama tan dulce...

Unas manos me zarandean. Maldita sea, déjame dormir. Me duele la cabeza. Abro los ojos y ahí esta ella, de brazos cruzados, con el ceño fruncido. 

-¿Eres idiota?- pregunta un segundo antes de proporcionarme un tortazo. 

¿Por qué ha hecho eso? Me levanto, cabreado, y me voy a la primera cafetería que encuentro. Ella me sigue. ¡Lárgate imbécil! Pido un paracetamol y café con hielo y whisky. Huelo mi ropa y apesta a sudor. Necesito una ducha.

Camino con paso decidido. Ya no me sigue, ¡aleluya! Me paro en seco. Vuelvo la vista atrás. Me mira desde la distancia. Oh, venga ya, no la puedo dejar ahí. Voy a por ella.

-Yo no sabía lo de tus padres.

-Tú no sabes muchas cosas de mi.

El delirio de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora