Capítulo 10

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¡Hogar dulce hogar! Por fin estamos de vuelta al pueblo, con el frío, la soledad y las largas noches de media luna. La abuela me ha hecho un bizcocho de bienvenida, o de cumpleaños anticipado. Faltan dos días. He reservado el billete de avión, y la abuela me ha planchado el traje negro. Lo único blanco que llevaré puesto será la camisa de lino con botones. 

Se hace de noche, mañana tendré clase y debo dormir. La cama es mullida y las sábanas huelen a suavizante. Poco a poco mi cuerpo se relaja y caigo sumido en un profundo sueño.

Estoy en un salón, todo es blanco, hay unas sillas y una mesa. Hay alguien sentado en una de las sillas. No le veo la cara, pero la forma en la que coloca las piernas me resulta familiar. Entonces me mira. ¡Joder!, doy un pequeño brinco, no me lo esperaba. ¡Es Hans Jupiter!, ¡es mi padre! Me recupero en seguida y camino hacia él.

-Troy, -se levanta y me examina antes de darme un abrazo. Se separa.- ¡que mayor estás, hijo!

-Papá, ¿qué haces aquí? ¿Y por qué no está mamá contigo?

-He venido hasta aquí para eso mismo, sé que piensas mucho en tu madre y ella lo sabe. Ha ido a hablar con Steve Grace.

-¿Qué tiene que ver Steve en todo esto?

-Él es algo así como un espíritu sagrado.- le miro confuso.- Eran una raza que habitaba en Canadá antes de la llegada de Jacques Cartier. Eran adorados por tribus indígenas y les protegían de las malas rachas. Pero con la conquista y la guerra de la independencia, tuvieron que esconderse. Hoy en día están casi extintos debidos a las enfermedades que les azotaron en los últimos siglos, la falta de espacio en las ciudades tampoco les ayudó mucho, pero aún así, algunos se mantienen, y Steve, es uno de ellos. 

-¿Entonces él podrá hacer que vea a mamá?- asiente.

Voy a ver a mi madre por primera vez en siete años. El corazón me va a toda prisa y en mi mente hay un cartel de neón que pone su nombre. SERENA JUPITER. La realidad empieza a llamarme con el sonido del despertador de fondo. ¡Mierda, no!

-Papá, mañana iré a veros al cementerio.- le aviso apresurado.

-Lo sé, estaremos allí como todos los años. 

-Una última cosa, papá.

El sonido del despertador suena cada vez más fuerte, haciendo mas insistente mi ida.

-No me abandones, por favor.- le hablo con un hilo de voz.

-Jamás.

De un manotazo apago el maldito despertador. Me levanto bañado en sudor y lágrimas. Me meto en la ducha y dejo que una cascada de agua helada me limpie y aclare mis pensamientos. La piel me arde, yo diría que mi temperatura corporal ha subido. Salgo del baño envuelto en una toalla y con el termómetro en la boca. El pitido me avisa de que ya tiene los resultados. ¡Vaya que si ha subido! Cuarenta grados. No me siento enfermo ni me duele nada. ¿A qué de deberá este aumento?

***

Es la hora del almuerzo en el instituto. ¿No hay otra cosa que no sean verduras? Al final me decido por ensalada y puré de patata. Localizo a Kate sentada sola en una mesa redonda.Tomo asiento a su lado.

-¿Mañana vendrás a clase?- niego con la cabeza.

-Tengo un vuelo a las ocho. Volveré a las diez.

-Vale.

Se la ve preocupada, no me gusta verla así. Cojo su mano y acaricio sus nudillos. Se relaja y me regala una pequeña sonrisa. Qué bonita eres, luna.

El delirio de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora