8. De cuando no mides el poder de tus pies.

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¡Mierda!, ¡mierda!, ¡mierda! - repetía en su cabeza -. Si tan sólo me hubiera callado y aguantado sus insultos en calma... - bufó, como si fuera que eso fuera posible para ella -. Debería serlo...

- Y tú cállate, que no me sirves para nada, estúpida conciencia - se reprendió luego de oírse, ya que estaba discutiendo consigo misma.

- ¡Britt! - la llamaron a sus espaldas, pero no tenía ganas de voltear a ver quién era -, Britt, espera - Ian llegó hasta ella en cuestión de segundos -. Te ves linda por detrás.

- ¿Qué?

- Nada, te pregunté si es cierto que te castigaron en el primer día - habló divertido.

- No quiero hablar de eso, el profesor me detesta - ambos caminaban juntos hacia su siguiente clase.

Ian no dejaba de sonreír. - Me dijeron que el profesor Malone puede ser muy estricto cuando quiere - ella también sonrió, sabía que algo de "malo" debía tener, no le extraño que su apellido fuera "Malone".

- Pues a mí me odia, y no me conoce; tonto viejo calvo.

Ian rió fuertemente. - Según lo que dijeron por ahí, le gritaste y saliste de su clase. Además, no es calvo, lo que pasa es que él crece más rápido que su cabello.

Fue el turno de Fay de soltar una carcajada. - Él me echó de la clase por suspirar - se excusó. Él soltó una carcajada, estaba de lo más divertido por hacerla enojar.

- Oye, tengo que ir a clases, pero te haré un truco de magia para alegrarte - ella lo miró dudosa -, vamos, Britt, no te haré nada malo.

- Si me lastimas o me tiras pintura en la cara, juro que te haré sufrir, Cullen - advirtió.

- Jamás le haría daño a una chica tan linda como tú - aseguró en voz baja y Fay lo miró por un momento, pero no dijo nada, intentando convencerse de que él no dijo eso y que sólo se lo imaginó.

- ¿Qué tengo que hacer? - preguntó en un suspiro. Él sonrió como si fuera que ella acaba de aceptar regalarle un millón de dólares; sacó un lápiz y un cuaderno de su mochila negra, arrancó una hoja y se la pasó a Fay, con el lápiz incluido.

- Anota tu número de teléfono en el papel, dóblalo en cuatro partes y pásamelo para que pueda sentir las vibraciones, así adivinaré tu número de celular.

Ella sonrió burlona y comenzó a hacer lo que él le pidió; poco a poco el pasillo se vaciaba de nuevo, ya que todos iban a sus otras clases. - Ya, no creo que puedas adivinarlo - dobló el papel y se lo pasó.

Ian cerró los ojos, palpando el papel y luego suspiró. - ¿Tú número comienza con uno y termina con cinco?

- Emm, no...

Él abrió los ojos. - Bueno, que lástima. Me tengo que ir a mi siguiente clase, adiós - metió el papel con el número de Fay en su bolsillo y salió corriendo.

Creo que me engañó para que le diera mi número - pensó confundida.

El resto del día pasó tranquilo comparado con la mañana. Tenía muy presente la amenaza del profesor y estaba muy segura de que él no descansaría hasta hacerla pedazos.

¡Mierda! Si no corro ahora, llegaré tarde a literatura - se reprendió -. ¿Que diablos me pasa?, ¿es tan imposible para mí quedarme en el planeta tierra sin tener esos constantes viajes al planeta Fay?; es decir, no es que haya algo malo con mi mundo, es solo que debería aprender a controlar el curso de mis pensamientos y aprender a... ¡Lo haces de nuevo Fay! - se regañó al final -. ¡Mierda!

MISTAKELANDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora