Capítulo 13

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Una mirada de pánico surgió de nuestras caras, era obvio que Edward presenció todo el acto, sólo bastaba ver su rostro blanco de la impresión para notar su asombro y miedo.

—Edward, puedo explicarte todo. — esta frase hubiera sido la más cliché en otra situación.
—No entiendo nada, ustedes... —señaló en nuestra dirección —No son normales.

Sentí como soltaban mi corazón desde lo más alto, la sola afirmación me hacía querer llorar, seguido a esto Edward se alejó, estaba dispuesta a seguirlo hasta que Nathan tomó mi muñeca con fuerza.
—Déjalo ir, ¿No viste cómo nos miró?, Isa no vayas tras él.
—Es el único amigo que he tenido en mucho tiempo.

Dicho lo último solté mi agarre de Nathan, no quería perder a Edward, no así y no me importaba tener que decirle mi más grande secreto para que me comprendiera, no sabía que sería de mi sin su amistad. Más adelante ya en el marco de la puerta él miraba fijamente el piso quizás pensando en todo lo sucedido,  antes de acercarme se volteó y dirigió la más fría mirada que había visto en él.
—Edward, ¿Puedes dejarme explicar todo?
—No entiendo nada Isa. —otra vez esa mirada.
—No me mires de ese modo, ¡No soy un mounstro!, sigo siendo Isa, por favor déjame explicarte. —intenté reprimir mis lágrimas, si era un amigo escucharía, y este sería mi último ruego, no perdería tampoco mi dignidad.

Después de unos segundos habló.
—Está bien.

Suspiré, había sido el peor día en años, ¿Cuántas cosas podían suceder en 24 horas?, no me sorprendería que en estos momentos cayera un meteorito justo en mi cabeza, en el transcurso de las situaciones sería lo más normal. Caminamos hacia mi habitación, él miraba en todas direcciones quizás buscando algún indicio de lo que fuera que le iba a explicar, pero a los ojos de cualquier persona era un cuarto común, una cama king size a un lado de la habitación, un cobertor azul acompañado de varios tipos de almohadas, un escritorio con todo lo necesario y encima de el una pequeña biblioteca, una sala al lado de la entrada por la cual pase y me senté, imitó mi gesto y pudieron haber pasado siglos antes de que hablara.
—Vaya, tu cuarto es algo. —dijo maravillado por el espacio del lugar.
—Si, es como mi lugar favorito de la casa, —recordé el suceso de hace unos días. —bueno, lo era.
—Sí veo por qué.

De nuevo el silencio. Una, dos, tres respiraciones a compás.
—Edward, no sé como explicarte, pero prométeme que no me tratarás diferente con lo que te voy a decir, nunca había tenido un amigo mi vida la pase encerrada en estás cuatro paredes, las únicas personas con las que tenía contacto eran mis tutores, no conocí nunca a alguien de mi edad, exceptuando a Nathan, aunque desde pequeño era un patán.

Edward me brindó una de sus hermosas sonrisas dónde sus hoyuelos destacaban, enseguida asintiendo dando pie para que le contara todo. Inicie explicándole acerca de Caín, y como continuó su descendencia, a medida que continuaba la historia los ojos de Edward se agrandaban, pero nunca me interrumpió y se limitó a oír toda la historia sin ninguna réplica.
—...Ahora estoy teniendo todas las habilidades, se supone que esto no debía suceder ya que hace años había pasado, por lo cual sólo lo sabía Nathan y ahora tú, lo que viste hace unos momentos fue un entrenamiento para mantener todo el poder a mi control.

Otra vez un asentimiento.
—Edward, ¡Dime algo por el amor de Dios!. — grité desesperada por su silencio.
—Isa, todo esto es... wao —Mantuvo su mirada azul hacia mi. —desde el momento en que te vi pérdida en la escuela me pareciste curiosa, tu forma de ser, la forma en la que me tratas, todo es asombroso en ti, sabía que algo pasaba en tu casa, pero nunca pensé que te hubieran tratado de... —dijo mirando la cama —y justo aquí. No te puedo decir que lo comprendo todo, porque no lo hago, y todo esto de tener una amiga con poderes me asusta como el infierno, recuérdame no hacerte enojar

Hija de la traición. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora