Capítulo 14

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Edward seguía allí, la sensación de su labios sobre los míos era diferente, incluso especial, las "mariposas" de la que todos hablaban surgieron lentamente felices de ser liberadas haciéndome estremecer, sus manos tomaban mi rostro con ternura mientras sus pulgares acariciaban mis mejillas. Un tiempo después sonó como un quejido proveniente de la perilla del cuarto, los dos miramos sorprendidos hacia la puerta que estaba siendo abierta.

—¡Por el amor a Dios!, —suspiró el conserje. —¿Qué le ven de emocionante de estar haciendo cosas en un cuarto maloliente?, ahora salgan de aquí.

Después de un empujón salimos riendo a carcajadas, llegamos al otro extremo dónde estaban las escaleras mientras nos sentamos, finalmente cuando nos vimos las risas cesaron y sentí como toda la sangre de mi cuerpo subía a mi rostro.

—Ejem... Isa yo —Edward miraba al suelo. —no te voy a pedir perdón por lo que sucedió ahí dentro, —buscó mis ojos —porque realmente deseaba besarte.

Otra vez las mariposas volvieron, ¡Quédense quietas!

—Umm —mi mente quedó en blanco, voltee mi cara incapaz de volverlo a ver. —estuvo bien, no se sintió mal.

Segundos después sentí como se movió a mi lado, sus manos buscaron mi rostro y me obligaron a verlo.

—Sé que estoy siendo apurado, y quizás lo menos que necesitas es a alguien distrayéndote con tantos problemas que estás pasando, pero quisiera ser tu apoyo, no creas que esto surgió después de descubrir tu secreto, pero muero por estar contigo Isa.

Su intensa mirada me derretía, no sabía que responder o que hacer, ¿Había algún significado profundo tras sus palabras?, no lo sabía pero la sensación me hacía sentir cálida, como si mis problemas fueran pequeños al lado de este sentimiento.

Sin encontrar las palabras adecuadas miré a Edward y asentí, creo que fue lo correcto al ver como sus ojos se llenaban de brillo, y una vez sus labios encontraron los míos en un casto beso.

¿Novio y novia?, seguro esto iba a ser diferente.

El transcurso del día fue radiante como extraño, muchos miraban en nuestra dirección, Bianca nos miraba sonriente de como habíamos terminado alzando sus cejas de vez en cuanto y tomando mis manos feliz, ella parecía una fábrica de sonrisas en su totalidad, incluso aunque esperaba la terrorífica cita con la señorita Freeman resultó ser un castigo común y corriente, claro, con Edward a mi lado.

Terminando el día Edward siguió sosteniendo mis manos entrelazadas con las suyas, me llevó al lado de Nathan quién ya me esperaba a la entrada de la escuela, en cuanto nos vio se enderezó y dio una mirada fugaz a nuestras manos frunciendo el ceño.

—¿Qué tal hermano?. —saludó Edward

—Que tal —respondió Nathan sin entusiasmo.

—Okay, te llamo en la noche, —otro beso —nos vemos mañana.

En cuanto se marchó Nathan alzó una ceja interrogándome silenciosamente por todo lo que vio, simplemente me encogí de brazos y entre en el auto. Pasamos a una velocidad gradual por la carretera mientras yo apreciaba todo mi al rededor, es posible que yo hubiera vivido toda mi vida en Londres, pero siempre la ciudad me dejaba sin respiración, como la perfecta combinación de lo nuevo con lo antiguo resultaba relajante y admirable.

—El día de hoy tu padre va a presidir tu entrenamiento, quiere ver de primera mano como has mejorado. —miré alarmada a Nathan.

Cuando iba a protestar, me hizo callar señalando al conductor, claramente era uno de los oídos de papá.

Hija de la traición. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora