Sarah y yo finalmente fuimos a la fiesta, lo cierto es que conocíamos a bastante gente de clase y el ambiente era agradable y divertido, supongo, para el resto de personas. Sin embargo, yo no estaba por la labor. No paraba de darle vueltas a lo de Erick, me sentía tan mal. A eso de las 12:30 Sarah había bebido algunas copas de más por lo que era imposible reprimir sus ganas de bailar, además yo no quería aguarle la fiesta, por lo que decidí irme a un lugar más tranquilo donde poder pensar con claridad.
Subí las escaleras y llegue al pasillo del segundo piso. Abrí la primera puerta, era el baño, "en una fiesta están muy solicitados" pensé. Seguí por el pasillo, habían tres puertas más, una cerrada y otra al abrir me encontré con la sorpresa de una pareja muy acaramelada. Sólo quedaba una, al final del pasillo. La puerta estaba levemente abierta.
Entré y, por fin, podía estar a solas. La habitación era espaciosa y tan solo estaba iluminada por la blanca luz de la luna. A la izquierda tenía una cama, bastante grande para ser de una sola persona, y un armario al lado, a la derecha había un escritorio.
Me acerque al lugar de donde provenía la luz, era un balcón pequeño y daba a la calle de enfrente de la casa. Me quede un instante embobada mirando a la luna brillar en lo alto del oscuro cielo, pensando una y otra vez lo que había pasado hoy, hasta que una mano en mi hombro me hizo salir de mis pensamientos. Me gire para ver de quien se trataba.
-¿Qué haces aquí tan solita guapa?, ya sé, me estabas esperando-. Me dijo un chico moreno, bastante borracho.
Intente avanzar para entrar de nuevo a la habitación y salir de allí. Sin embargo, al hacerlo me vi atrapada entre el marco de la puerta y aquel chico. Me sonrió de manera perversa y acerco su cara a la mía con intensión de besarme. Solo pude cerrar fuertemente los ojos mientras de mi garganta escapaba un grito.
-¡Ey!, ¿Qué haces idiota? Aquí no se puede entrar, y menos para acosar a nadie-. La voz era de una chica, a la que no pude ver por lo cerca que estaba aquel animal.
-Tú no te metas...-. Le respondió él a desgana, sin mirarla. E intentó volver a acercarse a mi. Antes siquiera de moverse dos milímetros, se apartó de mi bruscamente tras recibir un empujón.
-¿Es que estás sordo, imbécil?-. Le replico ella, que ahora estaba delante de mi, mirándole fijamente.
-Oh, vaya Alex, lo siento tía no sabía que eras tú...-. Parecía que de repente se le había bajado todo el alcohol de golpe. -Siento haber entrado a tu cuarto así pero...
-Lárgate-. Le interrumpió. El chico asintió y se fue deprisa.
Entonces ella me miró. Era una chica un poco más alta que yo, delgada y de pelo muy oscuro. Tenía unos ojos azules impresionantes, que miraban directamente a los míos ahora.
-¿Estas bien?-. Me dijo apoyando una mano en mi hombro.
-S-sí... Siento haber entrado en tu cuarto, ya me voy-. Estaba muy nerviosa y di un paso hacia delante para irme. Entonces ella me agarro del brazo.
-Tranquila, no voy a molestarte. Solo quiero saber si estas bien, ese tío era un bestia.
Entonces no pude evitarlo, una lágrima se escapó de mis ojos y a esa le siguieron no sabría decir cuantas más. Tenía un día terriblemente lacrimógeno, odiaba llorar tanto. Lo cierto es que me hizo sentarme en la cama y se arrodilló en el suelo frente a mi. Yo tenía la cabeza gacha, hundida entre mis manos. Ella me miraba desde abajo, apartándome el pelo cada tanto para ver mi cara. De vez en cuando acariciaba levemente mis rodillas, como intentando reconfortarme.
Se quedo en silencio hasta que vio que empece a calmarme. Levanté un poco la cabeza para mirarla y ella me seco las mejillas con sus pulgares.
-¿Ya estas mejor?-. Me dijo en un tono tan dulce que parecía una caricia. Yo me límite a asentir.
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Irresistible... tú y yo
RomanceTodo parecía perfecto para Samantha. Tenía a Erick, el novio ideal y era muy feliz. Sin embargo, un día reaparece el amor platónico de la infancia de Erick y su mundo se tambalea. La llegada de Alexandra lo cambia todo, comienza odiándola por miedo...