Alex
Pasaron dos días desde la última vez que vi a Samantha. Aunque me parecía mucho más tiempo, una eternidad.
Una eternidad sin su sonrisa, sin sus ojos, sin sus labios... Tan solo recordar su roce hacía que se erizara por completo mi piel. Jamás había sentido esta necesidad tan poderosa de alguien y, en cierto modo, eso me asustaba, ¿qué pasaría si no volvía a verla, a caso iba a volverme loca?.
-Alexandra... ¡Alexandra Duncan!-. La profesora llamándome me sacó de golpe de mis pensamientos. Me había pillado distraída mirando por la ventana. Últimamente no era capaz de concentrarme en nada, eso era más que evidente.
Volver a la ciudad había sido tal y como lo había imaginado. Todo seguía del mismo modo, nada había cambiado. El mismo instituto, la misma clase... debía reconocer que si me alegraba de ver a unos cuantos. Sobretodo a mi mejor amiga, Lara. Volver a estar con ella era increíble, parecía que en nuestra amistad no había pasado el tiempo, era como si nunca me hubiera ido.
Sonó el timbre y finalizó la clase. Aunque yo ni siquiera me di cuenta, seguía sumergida en mi mundo pensando una y otra vez en lo mismo.
-¡Ey! Tierra llamando a Alex-. Me dijo en tono de broma Lara acercándose por detrás. -¿En qué piensas tanto eh?-. Terminó, abrazándome por la espalda.
-En nada...-. Sonreí, intentando simular normalidad.
-Ya veo, ¿Y "nada" no se llamara por casualidad Sam?-. Preguntó poniéndose delante de mi y enarcando una ceja.
Lara era la única persona a la que le había contado todo lo sucedido con Sam y sabiendo eso, ella me conocía demasiado como para intentar engañarla.
-¿Es tan evidente?
-Sí, pero solo para tu mejor amiga tranquila-. Dijo con una sonrisa.
Era la hora de comer por lo que nos dirigimos al comedor del instituto. La verdad es que este centro era más grande que el otro y tenía el doble de alumnos, me estaba costando más de lo que había creído volver a acostumbrarme a tanta multitud, por suerte era espacioso. Llegamos hasta la barra, donde nos sirvieron la comida de hoy, mientras Lara me ponía un poco al corriente de lo sucedido en mi ausencia.
Estábamos en la parte de postres, buscando fruta fresca, cuando Lara se calló de pronto.
-¿Qué pasa?-. Pregunté extrañada ante su silencio y seguí su mirada, intentando descubrir qué llamaba su atención.
Su cabello largo y rubio lleno de bucles y sus ojos color miel fueron suficientes para mi. Aparté la mirada en cuanto la reconocí, aunque compartiera instituto con ella quería hacer todo lo posible por ignorar su presencia.
-No ha parado de mirarte desde que entramos al comedor, es como si supiera siempre donde estás-. Dijo Lara en voz baja, sin parar de mirarla.
-No se a qué te refieres...
-Oh vamos Alex, tu sabes muy bien que esa tía anda siempre detrás de ti vigilando qué haces o quien se te acerca-. Su tono parecía algo molesto.
-A mi eso me da igual, simplemente intento pasar de ella y así me deja en paz.
-Pues no parece que funcione mucho, a mi me parece que tu "hermanita" quiere algo más de relación contigo de la que tiene...
-No la llames así-. Le repliqué con verdadero desagrado. -No soporto si quiera llamarla hermanastra. Y te repito que a esa tía no le pasa nada conmigo, tan solo es muy pesada-. Volví a fijarme en los postres.
Ni siquiera podía concentrarme en elegir algo, sentía la mirada de Bianca clavada en mi.
-¿Quieres que lo comprobemos Alex?-. Miré a Lara curiosa por saber a qué se refería. Ella me devolvió una mirada traviesa y divertida. Cosa que me dio un poco de miedo, a saber que estaría tramando.
De pronto, sin venir a cuento, Lara me quitó de las manos la pieza de fruta que tenía y me tomo de la barbilla para que girara la cabeza hacia ella, mientras con la otra mano me sujetaba por la cintura. Me dio un delicado beso en la comisura del labio y luego se separó de mi lentamente mostrando una sonrisa complacida en los labios.
He de reconocer que me pilló por sorpresa y que, además, consiguió ponerme algo nerviosa, al fin y al cabo Lara era una chica preciosa, eso era evidente. Con su media melena lisa y rubia y unos ojos de un azul impresionante, de mi estatura y con un cuerpo bien proporcionado y lleno de curvas.
Sin embargo, a pesar de toda su perfección y su habilidad para incrementar mi nerviosismo con su presencia, en ella no veía nada más que una amiga y esa era una sensación agradable para mi, no era alguien a quien quisiera perder bajo ningún concepto. De hecho, nunca había mirado a ninguna chica del modo en que miraba a Sam.
-¿Ves, qué te había dicho?-. Me dijo mientras continuaba mirando a Bianca detrás de mi.
Dejé de observarla a ella y me giré. Ahí estaba mi "hermanastra" con cara de pocos amigos.
-Cuando un día se te tire encima no te extrañes-. Decía Lara con una expresión divertida, mientras cogía su bandeja y se dirigía hacia una de las mesas.
No pude dejar de pensar en el tema el resto de la mañana, ya me había tenido que ir por no aguantar los reclamos absurdos de mi padre por culpa de esa idiota, como para que comenzara de nuevo. Mi desagrado en su presencia era más que evidente y ella no había perdido la oportunidad de actuar como una pobre víctima delante de su madre para que mi padre se encargara de recriminármelo.
Pensar que al principio me caía bien, incluso me gustaba estar a su al rededor, ahora me hacia gracia. Ese aura de chica mayor y misteriosa me encantaba, me llevaba tan solo un año y aún así me sentía mucho más pequeña a su lado por su fuerte personalidad. Pero todo cambio al conocer a Lara, comencé a pasar menos tiempo con ella y no me quise dar cuenta de lo que para mi mejor amiga era evidente, de lo celosa que estaba Bianca.
Su continuo acoso logró que decidiera volver con mi madre, con la que nunca había tenido una estrecha relación por así decirlo. Ahora me parece irónico tener casi que darle las gracias, de no ser por su agobio constante no habría conocido a Sam.
La mención de su nombre fue un antes y un después en el curso de mis pensamientos, una vez apareció ella en mi mente ya no hubo lugar para nadie más.
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Irresistible... tú y yo
RomanceTodo parecía perfecto para Samantha. Tenía a Erick, el novio ideal y era muy feliz. Sin embargo, un día reaparece el amor platónico de la infancia de Erick y su mundo se tambalea. La llegada de Alexandra lo cambia todo, comienza odiándola por miedo...