Descubiertas

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Sam

No podía dejar de pensar en ella. Simplemente Alex me encantaba. Me encantaba la manera en que me miraba, en que me hablaba, en que me besaba... Un escalofrío recorrió mi espalda al recordarlo. En resumen, toda ella me volvía loca. Era tan sencillo y a la vez tan complicado.

Todas esas certezas se volvían mucho más crudas y dolorosas en presencia de Erick. No podía evitar sentir lo que sentía por ella, pero también me sentía mal por él, al fin y al cabo, no es que estuviera locamente enamorada de él pero si le había tomado cierto cariño en todo este tiempo. Saber que le iba a hacer sufrir me mataba. No podía hacerle eso a alguien que se desvivía por mi.

Sin embargo, todos esos pensamientos quedaban atrás, pues, inevitablemente me veía atraída hacia ella una y otra vez. La semana continuó entre mis evasivas a Erick y los encontronazos apasionados con Alex.

Era miércoles y la profesora de dibujo técnico me pidió que fuera a buscar a su clase un maletín que se había dejado. Caminé por el pasillo hasta llegar a la última puerta. Toqué y entré, al ver que no respondía nadie. Nunca había estado en esa aula y la verdad que me impresionó. Era espaciosa y con gran cantidad de caballetes ordenados en círculo al rededor de una especie de tarima.

No sabía muy bien hacia donde me dirigía pero supuse que debía de buscar algún tipo de mesa de la profesora o despacho, en el momento en que escuché unas voces. Entonces la vi. Ahí, detrás de uno de los caballetes, estaba Alex. Mi corazón pegó un brinco al verla. Parecía concentrada, mirando hacia su lienzo, mientras que el profesor le hablaba desde detrás de su asiento. Ambos me miraron cuando me oyeron llegar.

¡Por favor! Esa chica ni se imagina lo que me hace sentir cuando me mira de esa manera, clavando su pupila azul en mi. Tal vez si lo sabe y tan solo me guiñó un ojo para rematarme.

El profesor me hizo una pregunta, pero lo cierto es que estaba tan embelesada que ni siquiera escuché lo que decía. Alex intentaba contener la risa, al ver que pasaba de él, y cuando por fin salí del trance respondí al hombre, que ya me miraba medio mal.

Me dijo donde podía encontrar lo que buscaba e informo a Alex de que tenía que irse pero que ella se podría quedar ahí para terminar. Pasó por mi lado, camino a un despacho contiguo al aula y desapareció tras la puerta.

-¿No me vas a saludar?-. Preguntó Alex en tono inocente, para luego mostrar una de sus sonrisas pícaras.

-Hola-. Respondí, sin moverme de lugar. Ella rió y negó con la cabeza.

-Así no...-. Me hizo un gesto con la mano para que me acercara.

-No creo que sea buena idea-. Señalé la puerta por la que se había ido el profesor.

-¿Qué crees que te voy a hacer?, tan solo quiero enseñarte mi dibujo-. Respondió con su sonrisa torcida. Me sentí muy avergonzada ante aquellas palabras. Le encantaba jugar conmigo, hacerme sentir que era yo la única con ideas de algo más en la cabeza.

Me acerqué a ella, que esperaba sentada en el mismo lugar, con un trozo de carboncillo en la mano. Tenía los dedos negros y algunas pequeñas manchas en la frente y la mejilla. Me reí ante aquella imagen.

-Eres un desastre-. Le dije mientras terminaba de acercarme para frotar la mancha de su frente con el pulgar. Ella rió.

-Lo se-. Dijo antes de hacerme girar y sentarme en el espacio de la silla que quedaba entre sus piernas. Observe su lienzo. En él, se podían apreciar las formas curvas de unas vasijas, los primeros trazos del carboncillo.

-No me vayas a manchar toda eh-. Le dije entre risas.

-¿Por qué no, si lo mejor de esto es poder sentirlo?. Cierra los ojos-. Miré por encima de mi hombro para ver su expresión, a lo que ella respondió con una media sonrisa. No pude más que mirar de nuevo hacia delante y obedecer.

Con los ojos cerrados, sentí como tomaba una de mis manos y colocaba un pequeño trozo de algo entre mis dedos. Supuse que debía de ser el carboncillo. Tenía una superficie lisa pero levemente áspera y a cada pasada entre mis yemas notaba el resto que dejaba en mi piel. Juntó nuestras manos al rededor de aquel pedazo para luego, suavemente, acariciar el dorso de las mías con la punta de sus dedos. Continuó el roce lentamente, pasando por mis antebrazos hasta llegar a acariciar la piel del interior de mis codos. Podía sentir como cada milímetro de mi piel reaccionaba ante su contacto, que generaba, allí por donde pasaba, un ligero cosquilleo. Suspiré al notar la leve presión de sus manos en mis brazos, que me hacía inclinarme hacia atrás, pegándome aun más a su cuerpo.

Puso una de sus manos en mi vientre, para mantenerme bien pegada a ella, y con la otra volvió a tomar mi mano. Colocó bien el carboncillo entre mis dedos y estiró mi brazo hacia delante, hasta llegar al lienzo.

-Tan solo déjate llevar...-. Me susurró al oído. Sentí el roce de su aliento en la oreja y me estremecí.

Comenzó a desplazar mi mano sobre el lienzo con movimientos lentos pero seguros y pude escuchar el sonido del carbón, resquebrajándose con cada trazo. Con la mano con la que me sostenía contra ella, comenzó a tirar de mi hacia arriba al tiempo que ella misma se levantaba de la silla. Cuando ya ambas estábamos de pie, Alex empujó levemente mis piernas con las suyas para que diera un paso hacia delante.

Sin parar los trazos sobre el lienzo, dejó de apretarme contra ella para coger la mano que me quedaba libre e hizo que la apoyara sobre una pequeña repisa del caballete, dejándome estrechamente atrapada entre ella y el lienzo. Estaba tan pegada a mi que podía sentir todo su cuerpo en mi espalda. Apartó el cabello que cubría mi cuello y volvió a hablarme al oído.

-¿Lo sientes?... La textura, el trazo, casi se puede sentir el color...

No pude más que gemir débilmente en forma de afirmación. Ella volvió a tomarme de la cintura, pero esta vez, metió la mano por debajo de mi camisa y comenzó a acariciarme el vientre mientras dejaba un rastro de pequeños besos sobre mi cuello. Su roce continuó hacia abajo, hasta llegar al borde de mi pantalón. Introdujo levemente la mano, acariciando la primera línea de piel que escondía la tela. Sin querer contuve el aliento e hice tanta fuerza apretando el carboncillo contra el lienzo, que terminé por romperlo y quedarme con sus pedazos entre mis dedos. Escuché su leve risa ante mi reacción y subió de nuevo, rápidamente, la mano.

No podía aguantar más aquella tortura, mi corazón iba a estallar. Dejé caer lo que quedaba de carboncillo al suelo y me giré hacia ella. Alex aún me miraba con una sonrisa dibujada en los labios. Una sonrisa que yo me encargue de ocultar, cubriendo su boca con la mía.

Me devolvió el beso ávidamente recorriendo ya todo mi cuerpo con sus manos. Mientras continuaba besándola, hice que retrocediera hasta llegar a la silla y ejerciendo un poco de fuerza sobre sus hombros, ella se sentó sin oponer resistencia. Una vez sentada, me coloqué sobre ella a horcajadas y continuamos besándonos, aún con mayor intensidad, hasta el punto de quedarnos sin aire. Recorrí con la lengua cada rincón de su boca, necesitaba desesperadamente grabar para siempre su sabor en la mía.

Alex separó nuestros labios y empezó besarme en el cuello mientras, rápidamente, desabrochó los botones de mi polo. Comenzó a subir mi camisa, con la intención de quitármela, cuando escuchamos una voz.

-¿Pero que demonios?...

Sentí como se me paraba el corazón y se me revolvía el estómago. No necesitaba mirar para saber de quien se trataba. Antes de girarme hacia él, observe la expresión de Alex que miraba horrorizada en dirección a aquella voz y, ahora si, yo también hice lo mismo.

Ahí estaba Steve, mirándonos con una mezcla de sorpresa, asco y rabia. Me apresuré a levantarme para intentar detenerle, pero ya era demasiado tarde. Steve salió rápidamente del aula y Alex quiso ir detrás de él, pero yo la detuve.

-Erick no vino hoy...-. Mi voz sonó más firme de lo que, ni yo misma, me esperaba.

Ella no dijo nada, tan solo se quedo de pie, ahí a mi lado. Pasado el susto las emociones desbordaron mi pecho. La culpa iba a matarme. Mi propia cobardía iba a lograr tener el efecto que yo había estado intentando evitar todo este tiempo. Si esta noticia ya iba a doler por si misma, no quería ni imaginarme como le dolería viniendo de Steve. Ese chico nunca me había soportado y ahora yo le había cedido en bandeja de plata la manera de hundirme delante de Erick.

-Todo saldrá bien Sam. Nosotras se lo diremos antes...

Fue lo último que me dijo Alex antes de abrazarme, pero algo me decía que las cosas no iban a salir tan bien como ella pensaba.

Irresistible... tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora