Afrontar el problema

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Sam

Me estaba quedando sin aire. Había estado todo el día pensando en como iba a afrontar la situación con Erick y dando gracias a que, justamente hoy, había tenido que salir de la ciudad con sus padres. Estar sola en casa me ayudaba, no tenía que fingir tranquilidad delante de nadie y me permitía pensar todo lo que quisiera en qué iba a hacer, aunque no me sirviera de mucho que digamos.

Solo una cosa tenía bien en claro: debía hablar con él antes que Steve.

Fuera caía una lluvia torrencial y la luz de los relámpagos rompía la oscuridad de mi habitación recorriéndola en segundos. A eso de las 9:45 de la noche, cuando yo ya había formado un boquete en el suelo de tanto recorrer de un lado a otro mi cuarto pensando, tocaron el timbre. Me extraño bastante que tocaran a esa hora, pues yo no esperaba a nadie y mi madre y mi hermano no volverían hasta mañana de casa de mi abuela.

Al abrir la puerta, un suspiró de alivio se escapó de entré mis labios y un escalofrío recorrió mi cuerpo. De pie delante de mi, totalmente empapada, estaba Alex.

Tan solo me miró, no hizo ningún tipo de movimiento. Ni me había dado tiempo de pensarlo, cuando mis piernas cobraron vida propia y caminaron hasta ella. La abracé fuertemente, a lo que Alex respondió rodeándome con sus brazos. La lluvia comenzó a recorrer cada parte de mi y a mojar por completo mi ropa, pero me daba igual solo deseaba quedarme así para siempre, abrazada a la chica a la que quería.

El corazón se me detuvo un instante. "La chica a la que quiero..." No podía creer que no me hubiera dado cuenta de ello antes. La quería y ahora más que nunca necesitaba decírselo. Me separé un poco para ver su cara cuando se lo dijera, pero al mirarla me di cuenta de que algo no iba bien. Ni sabría decir que expresión mostraba su rostro. Estaba sería, se notaba la tensión en su mandíbula y sus ojos parecían vidriosos. El corazón comenzó a latirme con fuerza contra el pecho. Yo sabía de sobra cuando Alex intenta decirme algo y no encontraba el modo de hacerlo.

-Sam, yo...-. Secó rápidamente con la mano una lágrima que había escapado de sus ojos. -Sam, me voy.

-¿Qué? Pero si acabas de llegar-. Respondí confusa.

-No de tu casa, de la ciudad... vuelvo con mi padre-. Se le quebró la voz al pronunciar las últimas palabras.

Una agonía comenzó a crecer y a extenderse por mi pecho, se me formó un nudo en la garganta y de pronto, me di cuenta de que había dejado de respirar y solté todo el aire que encontré en mis pulmones de golpe.

-P-pero ¿por qué?-. Conseguí decir a duras penas, algo mareada.

-Steve no se conformó tan solo con contárselo a Erick, sino que además corrió con el chisme al director del instituto.

Sentí que se me helaba la sangre al oír aquello. Alex continuo, ya que yo me quedé en silencio.

-Llamó a mi madre Sam, le contó como "supuestamente" Steve nos encontró, y a saber que barbaridad le habrá dicho. Ella no sabe que hacer, como afrontar esto... Aunque tampoco es nada nuevo-. Suspiró con pesar. -Encima el director le ha dicho que si ella no puede asegurar que esto no volverá a pasar, será él quien hago algo.

-¡Que haga lo que quiera!-. Estallé. todo aquello estaba produciendo en mi una oleada de ira incontrolable. -¡Me da igual, como si tengo que dejar ese estúpido instituto Alex!..

-¡No!, para eso ya lo estoy dejando yo-. Dijo interrumpiéndome y tomándome por los hombros. -Esto es lo único que puedo hacer...

Sonó el claxon de un coche y Alex hizo un gesto con la mano a uno que estaba aparcado al frente de mi casa, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba ahí. Volvió a fijar su mirada en mi.

-Tengo que irme ya, prométeme que te vas a cuidar.

No pude más que asentir, quise decirle algo, lo que fuera para no verla marchar pero ella no me dejo. Tomó mi cara con ambas manos y juntó nuestros labios. Realmente esto era una despedida y sentía que esa certeza me desgarraba el corazón provocando en mi un dolor insoportable que se extendía hasta el último palmo de mi ser. Quién sabe si volvería a verla o no, estaba dispuesta a cargar con todas las consecuencias ella sola y no iba a permitirme hacer nada.

Sentí en mis labios la humedad salada de sus lágrimas, que se fundieron con las mías en nuestro beso. Un beso teñido de un sabor amargo, a pesar de su dulce boca. Pase mis brazos por su cintura y la atraje más hacia mi, dejándome llevar por el momento. Deseaba decirle tantas cosas, cosas que ella no me dejaría pronunciar. Tendría que expresar todo lo que sentía por ella en aquel instante, en aquel beso de despedida.

La bese como nunca había besado a nadie, como si fuera el ultimo beso pero de mi vida. Y es que precisamente me sentía de ese modo, como si mi alma se fuera con ella y aquí tan solo se quedara mi cuerpo sin vida. Saboreé cada milímetro de su boca, en un intento desesperado por guardar su sabor en mi memoria para siempre. Nos besamos hasta el punto de quedarnos sin aire y, entonces, Alex separó nuestros labios para depositar un rápido y tierno beso en mi frente. Me abrazó fuertemente, a lo que yo respondí del mismo modo.

Se separó de mi lanzándome una última mirada con esos ojazos azules que tanto me gustaban. Sentí el roce de sus dedos deslizarse por mi mano hasta que ya no hubo más contacto y la vi caminar, bajo la lluvia, hasta el coche que la esperaba. No volvió a mirarme, se limitó a montarse en el vehículo, que arrancó de inmediato y se alejó por la calle hasta convertirse en un borrón a lo lejos. En ese instante mi corazón se rompió en mil pedazos y una sensación de frío insoportable me sacudió desde lo más profundo de mis entrañas, pero también una idea se forjó en mi cabeza: si Alex estaba dispuesta a hacer lo que fuera por protegerme yo también haría lo que fuera por ella.

Irresistible... tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora