Me desperté de manera muy agradable. Sin abrir los ojos, recupere la consciencia. Sentí la almohada entre mis brazos y la apreté con más fuerza, atrayéndola hacia mi. Noté su aroma dulce, su calidez... La apreté más. Entonces soltó un leve gemido. Mi cabeza terminó de despertar, comprendiendo que las almohadas no emitían sonidos, y abrí los ojos lentamente.
Ahí estaba Sam, acurrucada bajo mi brazo, con su cara a tan solo un par de centímetros de la mía, iluminada por los suaves rayos de sol que escapaban de entre las cortinas del balcón. La había abrazado sin darme cuenta durante la noche. Tenía una media sonrisa dibujada en su rostro. Aún estaba dormida. Intenté apartar mi brazo con cuidado de no despertarla, no quería molestarla o que se sintiera incómoda. Pero en ese momento ella se removió para acomodarse, pasó su brazo por mi cintura, por debajo de las sábanas, y se apretó más contra mí. Soltó un gran suspiro relajado acompañado de otro gemido, casi imperceptible.
No pude evitar sonreír. Se veía muy mona así, parecía una niña pequeña. Volví a quedarme dormida, no tenía nada de ganas de salir de aquella cama.
Un roce en la mejilla me devolvió la conciencia de nuevo, recordé como me había quedado dormida y, en ese instante, supe quien me acariciaba. Sentí como me apartaba el pelo de la cara, y lo colocaba detrás de mi oreja. Abrí los ojos despacio y me encontré con sus maravillosos iris verdes. Avergonzada, intentó apartar la mano de mi mejilla. Moví rápidamente la mía, que aún descansaba en su cintura, y cogí la suya impidiendo que se separara de mi cara. Acaricié el dorso de su mano con mi pulgar y sonreí.
-Buenos días-. Ella me respondió del mismo modo con una sonrisa preciosa.
En realidad toda ella estaba muy guapa, esa idea cruzó mi mente sin más. Se incorporó sentándose en la cama. Las sábanas resbalaron por su cuerpo hasta tapar solo sus piernas. Con las manos se restregó los ojos y luego se estiró levantando los brazos por encima de su cabeza. Tenía el pelo un poco alborotado de la noche, pero ese toque tan natural le favorecía mucho.
Me incorporé y me estire yo también. Había dormido tan bien, estaba como nueva.
-¿Qué hora es?-. Me preguntó de repente.
-Las 10:15-. Respondí mirando el reloj que había en mi mesilla de noche.
-Vaya... Debería llamar a mi madre para que no se preocupe.
-¿Por qué iba a hacerlo? ayer le dijiste que te quedabas conmigo-. Me miró extrañada. -¿No te acuerdas?... ¡vaya y esta es la misma que vino conduciendo por que no había bebido y ni se acuerda de que mando un mensaje a su madre!..-. Le dije para meterme con ella y me eche a reír.
-Eh, claro que me acuerdo solo fue un lapsus-. Respondió irritada, intentando contener la risa. Su cara de indignación aumentó mis carcajadas. -Te vas a enterar...-. Dijo antes de lanzarse sobre mi.
Comenzó a hacerme cosquillas a ambos lados de mi torso. Lo cierto es que yo no era una persona con muchas cosquillas, pero ella había dado con el lugar exacto, mi punto débil. Comencé a reír sin control y entre tanta risa, como podía, le pedía que parara.
En un movimiento rápido, logre tomarla por las muñecas y hacernos rodar a ambas quedando, ahora yo, encima de ella. Apoyada sobre mis rodillas, una a cada lado de su cuerpo y sujetándole las manos a la altura de su cabeza. Ambas reímos, hasta que dejamos de hacerlo. Estuvimos un instante mirándonos. Había desaparecido toda expresión de su rostro. Sus ojos verdes miraban a los míos intensamente. No sabría decir en que estaba pensando, ni siquiera sabría decir en que estaba pensando yo. Mis ojos dejaron de mirar a los suyos para deslizarse lentamente hacia su boca.
Sus labios eran carnosos de formas curvas perfectas y de un color rosa oscuro, perecían tan suaves... Tragué saliva con dificultad. Mi corazón latía con tanta fuerza...
De pronto, unos golpecitos sonaron en la puerta un par de veces. Ambas nos quedamos quietas, sin mover ni un solo músculo. Al ver que nadie respondía dejaron de insistir. Yo me aparte rápidamente de encima de ella, que me miro con una media sonrisa tímida al incorporarse.
Después de aquello las dos bajamos a desayunar, intentando actuar como si no hubiera pasado nada. Que en realidad eso era exactamente lo que había pasado, nada, pero no podía evitar sentirme algo... turbada. Quien llamaba a la puerta había sido mi madre, para decirme que ella y Nicole iban a salir.
Sam y yo terminamos de desayunar y, a eso de las 12, se fue a casa. Pase todo aquel día tirada en el sofá, no tenía capacidad para hacer nada más que pensar. La imagen de lo ocurrido y de sus labios vagaba por mi mente incontrolablemente. Intenté distraerme a toda costa, pero la llamada de Derek en modo pesado para que le diera el móvil o algún modo de poder comunicarse con Sam, no ayudaba demasiado a sacármela de la cabeza.
No comprendía todo aquello. ¿A qué venía darle tantas vueltas a lo mismo?, es más ¿Qué era a lo que le estaba dado tantas vueltas? Solo había estado jugando y bromeando con una amiga. Definitivamente, no entendía nada. Tan solo sabía que estaba deseando volver a hablar con ella o volver a verla y, sin embargo, sabía que llegado el momento me moriría de la vergüenza. ¡Por favor! ¿Desde cuando a mi me daba corte hablar con nadie?. Claramente me estaba volviendo loca. El cambio de ciudad no me estaba sentando bien. Y, por el contrario, me sentía tan... feliz desde que había vuelto, no sabría decir como pero, tan... Distinta.
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Irresistible... tú y yo
RomanceTodo parecía perfecto para Samantha. Tenía a Erick, el novio ideal y era muy feliz. Sin embargo, un día reaparece el amor platónico de la infancia de Erick y su mundo se tambalea. La llegada de Alexandra lo cambia todo, comienza odiándola por miedo...