Sola

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-No debiste de haber ido – fue lo primero que dijo Francis al verme – lo has puesto en peligro. Además has atrasado todo el plan, si hubieras llegado una hora más tarde no funcionaría.

-No importa, hice lo que hice y estoy aquí. ¿Cuál es el plan?

Yo iba a ser la carnada. Ellos me querían a mí, querían forzarme a salir de mi “escondite” e ir a su encuentro, por eso raptaron a Andrea. El plan era ir a la fábrica abandonada que estaba a las afuera de la ciudad, donde Francis estaba casi 100% seguro  habían llevado a Andrea.

Hablaría con ellos y dejaría que me llevaran ante mi amiga antes de actuar, con la escusa que necesitaba verla antes de decidir unirme a ellos, verificar con mis propios ojos que estaba bien. Después de eso todo se complicaría.

Por eso estaba caminando en ese momento por las instituciones vacías y un poco terroríficas mientras el sol se iba poniendo. No llevaba ningún arma encima, no valía la pena, porque me la quitarían. Lo mejor era demostrarles que iba en paz.

Pensé que me encontraría con perro cuidando el recinto, pero no fue así, no había ningún alma. Me estaba desesperando, el tiempo se me acababa y ni siquiera tenía la certeza de que Nick haya cumplido con su misión. Por primera vez en mucho tiempo tuve la sensación a la que algunos le denominan miedo. Miedo a que alguien saliera de la nada e impidiera lo que venía a hacer, miedo a encontrar a Andrea muerta, miedo a que Nick no llegara con los refuerzos que necesitaba, miedo a que todo saliera mal. Por mucho que sabía que contaba con el apoyo de Tatiana, Iván y Francis, no podía evitar sentirme responsable de todo lo que pasara y de que en realidad estaba sola. Sola

Esa palabra que todo ese último tiempo había estado negando, evitando, haciendo todo lo posible para que no sea realidad, aunque ya lo era. Es palabra que a nadie le gustaba, esa palabra que retrataba mi realidad a la perfección. Sola. Había estado rodeada de gente todo ese tiempo, en mis misiones siempre había alguien atrás que me apoyaba, pero aun así estaba sola. Había escapado para no notar tanto esa realidad. Pero no había nada que hacer, la vida de un Adelfa se resumía en esa palabra. No importaba lo que hagas, esa era tú realidad, la de todos nosotros. Muchos logran ocultarla, hacer parecer que no existe, pero siempre está allí.

Mientras caminaba por los pasillos desiertos de esa fábrica, caí en la cuenta de esta realidad, que llevaba tanto tiempo evitando. Sola llegue al mundo, solo superé la enfermedad, sola decidí huir y sola voy a enfrentar la realidad.

De repente un ruido de unas cadenas caer al suelo bruscamente me sobresaltaron y corrí lo más rápido que pude al lugar de donde provino el sonido. Allí encontré a una sola persona, esperándome, sentado en una silla, totalmente encapuchado y cubierto con ropa.

-Por fin llegas.

-Por fin te dejas ver – respondí segura, sin ningún rastro de mis pensamientos anteriores, pareciendo la yo de las misiones. Mente fría.

-Te costó salir de tu escondite.

-Mira quién habla. Además yo no tengo escondite, paso más tiempo en cualquier país de mundo que en mi “guarida”, como le podrías decir.

-Ese es el problema. Siempre estás en un lugar distinto. Una semana en París, al día siguiente en Londres, para luego aparecer en alguna ciudad de Sudáfrica y luego desaparecer un mes sin dar señal de vida.

-Soy una persona cambiante. Me aburro mucho si me quedo quieta.

-Nos hemos dado cuenta. El problema es que no nos importaría si no fuera que interfieres en nuestros planes, no sabemos cómo, pero siempre llegas minutos antes que nosotros y nos arruinas. Pero también le haces lo mismo a los Adelfas, eso nos hizo darnos cuenta que no perteneces a ningún bando, simplemente vas a donde te lleva el viento.

Adelfa, mi historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora