Inicio de una vida nueva

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Amanecía cuando poco a poco fui abriendo los ojos. Me había quedado profundamente dormida en una incomoda posición y ahora tenía que asumir las consecuencias, me dolía absolutamente todo el cuerpo, en especial el cuello y la espalda. Nunca más volver a dormir en un auto, anoté mentalmente en algún lugar de mi cerebro.

No sabía donde estaba, la vista que tenía desde mi ventana me mostraba una cordillera imponente a ambos lados del auto, por lo que deduje que estábamos pasando por una quebrada o algo parecido.

-Por fin despiertas, dormilona. Estaba a punto de despertarte, estamos llegando.

Abrí los ojos con sorpresa, por un momento se me había olvidado la razón por la que estaba en ese auto y durmiera en tan incomoda posición. Es verdad que aprenda rápido, pero eso no quiera que tenga una memoria única, nunca antes vista e increíble, simplemente aprendo más rápido que las personas normales y una vez aprendido nunca olvidado, ese era mi lema. Esto no quería significar que no olvidara las cosas, si no les dedicaba la atención necesaria o simplemente me distraía se me podían llegar a olvidar. Además una parte de mí deseaba que todo hubiera sido un sueño.

-¡Manejaste toda la noche! –exclamé sorprendida, tras analizar y repasar lo que me había pasado el día anterior.

-No, ¿en serio? – respondió él con ironía – no se me ocurre otra forma para haber llegado aquí tan rápido, a menos que nos hayamos teletrasportados y dudo que eso sea posible. Ni los Adelfas más inteligentes en esas materias piensan que sea posible.

-¿Sabías que Adelfa es una flor? –dije de repente, sin saber qué responder a lo que había dicho.

-Sí, la tradición dice que la primera en sufrir la enfermedad se “curo” por haber tomado un remedio que contenía dicha flor, por eso nos llaman Adelfas. Pero en realidad no fue por su causa y unos años después descubrieron que eso no tenía sentido, aunque el nombre igualmente permaneció.

-Eso no lo sabía.

-Hay muchos que no sabes sobre nosotros. Pero no te preocupes con un poco de tiempo y unas cuantas clases aprenderás todo – dijo con una sonrisa, en la que se podía ver el cansancio que había detrás.

Seguimos avanzando por una estrecha carretera, hasta que tomamos un desvío y  entramos en un camino largo de tierra. Hicimos todo lo que quedaba de trayecto en silencio. Aunque había dormido igual mucho, seguía cansada y las emociones que había vivido las últimas 24 horas habían vuelto a mí.

Echaba de menos a mi familia, aunque ni había pasado un día desde la última vez que los vi, pero con la perspectiva de que no los volvería a ver, eso me producía un vacío que nunca imagine que podría sentir.

Sin pensarlo mucho apreté mi celular apagado con mi mano y abrí la ventana. Suspiré profundamente y lo lance hacía el camino, que ahora estaba más despejado, haciéndome saber que habíamos entrado en uno de los muchos valles que había en esa cordillera, el problema era saber en cual.

Jake se dio cuenta de mi acción pero no dijo nada, haciéndome saber que respetaba mis decisiones. En realidad no quería hacerlo, no quería despejarme de lo único que me podía contactar con mis seres queridos de la forma más directamente posible. Pero sabía que apenas lo prendiera vería una serie de mensajes y llamadas perdidas que me harían más difícil seguir con mi decisión y será más doloroso. Lo mejor era cortar con todo.

Tras esto simplemente mire por la ventana, con la esperanza que el viaje llegara a su fin, no soportaba pasar más tiempo en ese reducido espacio sin nada productivo que hacer.

Pasa media hora y tras una curva pude visualizar el lugar donde se suponía que pasaría el resto de mi vida.

El lugar era increíble, gigantesco, monumentalmente grande. No era ni de cerca lo que me había imaginado.

Adelfa, mi historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora