Berta

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-¡Llegué Berta! – grité mientras saltaba sobre ella, que estaba revolviendo algo en una gran olla. Por fin había regresado al campamente. Tati me había esperado en el aeropuerto y tomamos el primer avión a Alaska. El viaje fue agotador, pero logre llegar antes de que sirvieran la comida de la noche.

No había ido a Francis porque sabía que me llegaría un reto y preferí ir directo donde Berta. Ella fue la que me acogió desde mi primer momento en ese lugar, me recibió como una hija que se había ido por mucho tiempo y por fin volvía a donde debía de estar, y así me sentía. Desde el primer momento la quise y ella a mí. Cuando tenía algún problema iba donde ella y le hablaba de cualquier cosa para distraer mi mente, aunque ella siempre terminaba descubriendo lo que me pasaba y me daba el mejor consejo que podría haber recibido en esas circunstancias. Siempre dude sobre su verdadero don, por mucho que su comida no tenía comparación y nos hacía creer que tenía algún poder mágico, siempre sabía lo que pasaba y lo que necesitaba cualquiera, sin ni siquiera que se lo hayan dicho.

Cuando le preguntaba como sabía esas cosa siempre respondía lo mismo: “Observo”, después sonríe y sigue con lo que estaba haciendo, como si estuviera escondiendo un gran secreto, aunque en verdad no hubiera ninguno. Ella me había enseñado a observar y gracias a este nuevo “don”, que iba perfeccionando con el tiempo, pude realizar muchas más misiones y aprender mucho que ningún libro podría haberme enseñado.

-Mi niña – exclamó al reconocerme – estaba muy preocupada por ti. Francisco me dio tu recado, pero dijo que no ibas a volver, por mucho que tu lo dijeras. Le dije que te tenía que tener más confianza. Y aquí estas, cumpliendo con lo dicho, sana, salva y entera. Por suerte no le hice caso a ese muchacho y te cocine un rico pollo con almendras y arroz, tu receta favorita, yo misma elegía el pollo y lo desplume.

Como siempre su sonrisa no desaparecía de su rostro y me dio un fuerte abrazo al verme bien y sin ningún rasguño, aunque ella solo podía ver mi cara, ya que mis brazos y piernas las llevaba cubierta, en caso contrario se hubiera preocupado excesivamente por el estados de estos.

Le di un fuerte beso en la mejilla y me senté en la mesa que allí tenía. Quería comer con ella, hace casi tres semanas que no la veía y tenía mucho que contarle. Ella llevó en una bandeja la comida al comedor donde todos ya estaban sentados y a los pocos minutos volvió para sentarse y comer conmigo en privacidad.

-¿Cómo fue eso que no ibas a volver? Francis estaba furioso y no me quiso hablar del tema.

-No es tanto como lo pinta él. Había ido a New York a impedir que la bolsa cayera. Todo iba viento en popa, entre sin dificultad, solucione el problema y salí sin ser captada. Pero al llegar a la puerta de la calle choque con nada más ni nada menos que con… - siempre que le contaba mis misiones trataba de hacerlo lo más emocionante posible porque sabía que a Berta le gustaba así – Jake, Diego, como quieras decirle. El punto es que él me reconoció, aun con mi disfraz puesto. En realidad no sé como lo hizo, pero apenas me miro a la cara supo que ella yo, hago notar que yo llevaba otro color de ojos y pelo y me había deformado ligeramente la cara, aun así me reconoció.

<<Como te iba contando el me reconoció y forzó a irme con él, yo nada podía hacer, especialmente porque Francisco no me había dado permiso para comer y estaba desnutrida.

-Ese Francisco, tendré que hablar seriamente con él por mantenerte en esas condiciones, es inhumano – estaba claramente enojada.

-Bueno, como decía antes que me interrumpieras – me pidió perdón con los ojos – él me reconoció y sin perder el tiempo me llevo hasta su base que resulto ser el lugar con mayor seguridad de la ciudad, prácticamente inviolable.

<<Me trataron muy mal, no me dejaron ver por dónde iba y me daban vueltas cada tres metros. Al fin me dejaron en una pieza sin salida alguna, tuve que robarle una de esas pistolas de electricidad al guardia y dejarlo fuera de combate cuando por fin me habían traído algo que comer, no pude comer nada.

Adelfa, mi historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora