Un nuevo personaje

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Quede en shock, no sabía qué decir, hacer o actuar. Nunca, en ningún momento se me paso por la cabeza que lo iba a volver a ver y menos en la oficina de Wilson.

-Francisco…

-Me alegra ver que estas bien – se despega de la pared y se acerca a mí, rodeándome con sus brazos en un fuerte abrazo – no debiste irte de esa forma, tus papás estaban muy preocupados. Por suerte aparecí yo y los tranquilice.

-Francisco… - no lograba salir de mi estado de asombro, todavía no me podía creer que él estuviera aquí, tan tranquilo en la oficina del intendente.

Se separa de mí y me mira levantando una ceja.

-¿Qué haces aquí? – logro gesticular al fin con mucho esfuerzo.

-Eso tiene una fácil respuesta. Traer de regreso, con vida, a estos dos agentes. Y como venía en camino no fue mucha molestia rescatarlos y traerlos conmigo, aunque deberían aprender a mantener la boca callada, me marearon la mitad del camino con sus preguntas.

-¿En verdad eres Francisco? – pregunté, sin saber si en verdad estaba pasando esto.

-No puedo creer que sigues con la duda, por supuesto que soy Francisco y vine a cuidarte – respondió con una sonrisa que le ilumino a cara.

-¿Ustedes se conocen? – era la voz del señor Wilson, y por el tono estaba un poco enojado.

-¿Quién cree  usted quien fue el responsable de que no la encontraran hasta ahora? Pues nadie más ni nada menos que este servidor – respondió con una ligera reverencia, que la hacía para reírse del intendente.

Por otra parte Jake y Nick me miraron con sus grandes ojos abiertos como plato sorprendidos por la revelación.

-Bernardita, será mejor que espera afuera un momento – la coz de Cecilia, la secretaria, rompió el silencio – estábamos escuchando el relato de los agentes cuando usted los interrumpió. Pero usted también tendrá que dar explicaciones, por lo que espere afuera en la salita.

Asentí con la cabeza y obedecí. Pero cuando estaba saliendo por la puerta Francis me toma del brazo y me susurra bien despacio para que nadie más escuche.

-De esta forma pensarán que estamos confabulado – se rió por lo bajo –, pero también tengo que hablar contigo lo antes posible. Cuando termines de hablar con Artur, búscame, voy a estar en el lago.

Dicho esto me dejo salir. No pude evitar reírme por su ocurrencia. Lo pocos meses que estuve con él me pude dar cuenta que le encantaba alimentar los rumores que de él circulaban y crear situaciones un tanto especiales y raras.

En todos los años que habían pasado desde la última vez que lo vi no había cambiado en casi nada. Seguía teniendo ese color castaño de pelo, con unos reflejos un poco más claros, ojos cafés, piel morena, había crecido unos cuantos centímetros y había seguido haciendo ejercicio. Pude volver a ver sus blancos y derechos dientes cuando me sonrió, marcando más que su nariz ya no estaba tan parada ni respingada como antes, algo me decía que se la había roto.

Esperé pacientemente en la salita sentada en uno de los sillones, caminando por todas partes y volviéndome a sentar. Mirando para todas partes, analizando cada esquina, con la esperanza que el tiempo pasara más rápido, pero no había remedio, el señor del tiempo había decidido que estaba cansado y avanzaba más lento que una tortuga con la pata rota; o eso me parecía a mí.

Por fin, tras lo que pareció tres eternidades eternas se abrieron las grandes puertas de madera de la oficina del intendente, y por ellas salieron Jake y Nick, que al verme allí sentada, se acercaron a mí para darme un fuerte abrazo.

Adelfa, mi historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora