La gran manzana desafortunada.

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-Los neoyorquinos, como los amo.

Sarah y sus abuelos salieron del aeropuerto John F. Kennedy hacia la calle principal. Habían tantas personas pidiendo taxi que tardaron hasta 20 minutos en conseguir uno.

-¿A donde?- preguntó el conductor con un toque brusco.

-Al hotel "The Peninsula New York".

Sarah tenía una sensación de nerviosismo en el estomago aumentando cada vez que se acercaban al centro de la ciudad. El vive en Los Ángeles, no es posible que el este aquí ahora. Se repetía una y otra vez.

Tuvieron la suerte de llegar en un día ajetreado. Habían marchas políticas en las calles creando un gran desorden y demasiado tráfico. Cuando al fin llegaron al hotel Sarah se asombró de lo lujoso y extravagante que era, no podía imaginarse lo que costaba una noche ahí.

-Pensé que por esta vez podía pasarme un poco.- dijo su abuelo con una sonrisa.

Con ayuda del botones, llegaron a las respectivas habitaciones 520 y 521.

-Convencí a tu abuelo que reservará dos habitaciones, no creo que descanses con dos viejos ruidosos.

-Gracias.

Tomó su llave y el botones la siguió con sus maletas. Su cama era matrimonial, el clóset era gigante al igual que el baño, abrió las ventanas que tenían vista a la avenida Broadway.

-No se preocupe, las ventanas son aprueba de ruido. Esperamos que disfrute su estancia en el Península New York.

Cuando cerró la puerta Sarah rebusco en su maleta, eran 3 semanas y parecía que no tenía suficiente ropa. Se recostó un rato y miró su celular.

15 minutos después tocaron la puerta, sus abuelos la esperaban para recorrer un rato la ciudad.

•••

-Es muy hermoso.

Sarah miraba las esculturas de hielo. En diciembre habían hecho un concurso de muñecos de nieve y esculturas. Estaba sola por que los abuelos Lutterberger se perdieron en un centro comercial dos cuadras antes.

Miró a su alrededor. El Central Park era muy lindo. Los árboles cubiertos de nieve, la fuente congelada, los niños patinando. Escuchó a su izquierda a un señor que predicaba algo bíblico y a unos metros un chico con una bandera de arco iris que daba folletos.

Siguió caminando por el parque, preguntándose porque su abuelo cambio de planes con el viaje.

Se compró un helado de menta y revisó una vez más los mensajes. Ahí seguían los de Jake sin leer, decidió abrir el último sorprendiéndole lo que decía.

"Sarah por favor, déjame hablar contigo, te necesito ahora..."

No lo dudo, ya no podía. Marcó su numero y esperó. Tres, cuatro, cinco tonos sin responder, volvió a llamar y nada. Sentía una sensación de preocupación.

Regresó a la tienda donde se supone que sus abuelos estaban. Los llamó, se habían movido a una dulcería así que volvió a correr.

-Te compramos unos chocolates, paletas, gomitas y mango con chile.

-¿Mango con chile?

-Chica, a los latinos les gusta esto.- dijo su abuela en español.

-¿Qué?

Salieron del lugar y continuaron recorriendo Nueva York. Fueron a restaurantes, a museos, a las tiendas de marca (donde Sarah y su abuela se probaron mucha ropa pero no compraron nada).

La violinista silenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora