La violinista silenciosa

Adiós Heidelberg.

En el aeropuerto otra vez.

Desde que Marcello se había ido no había vuelto a hablar con él.

Estaba recostada en el hombro de su madre mientras esperaban el anuncio del abordaje.

-Mamá... ¿a dónde irás?

-Con tus abuelos. Creo que ya vienen en camino.

-¿Arruine tu vida cuando nací?

-¿No te dije que fui feliz? Si era muy joven, pero si hubiera sabido que iba ser así, que bueno que fui a esa fiesta.

Sarah intentó tomarlo con humor pero no podía. Quería creerle a su madre, pero sabía que nadie a esa edad estaba feliz por un embarazo no planeado.

A lo lejos vio a sus abuelos correr junto a Anna y Katerina.

-¡Oh Dios mío, hija!- dijo la abuela estrechándola en brazos.

-¡Te sacaremos de ahí lo antes posible!- dijo el abuelo también abrazándola.

-Me gustaría probar, tal vez me guste.

Miró a su mejor amiga, se abrazaron fuerte sin querer separarse.

-Cuando termines la prepa, ¿me prometes que iremos a la misma universidad? ¿Y seremos compañeras de cuarto?- dijo llorando.

-Obviamente, solo tenemos que esperar. Sé que el tiempo pasará rápido.

-Intentare visitarte, lo prometo.

-Ay Sarah.- decía Katerina.- te extrañaré mucho. Eres una de mis mejores amigas.

Se quedaron platicando una hora hasta que se hizo el anuncio.

Queridos pasajeros, favor de abordar el avión con destino a Edimburgo, Escocia.

Los abrazó a todos al mismo tiempo.

Con su maleta de mano camino hacia el túnel de abordaje.

Adiós querido Heidelberg.