6. Demasiado grande

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Nunca me han entusiasmado mucho los museos. Ni puedo decir que no me gustan, ni puedo decir que sí lo hacen. Pero al ver el "American Museum of Natural History" me emociono. Es impresionante, enorme... y por cada cosa que veo suelto un suspiro de admiración. Lo que más me ilusionan son los dinosaurios. Es impresionante la historia que tienen, lo bien que lo tienen conservado, lo grandes que parecen... Básicamente todo es impresionante. 

Cojo a Maggie por el brazo y me la llevo a la parte de los dinosaurios. Tenemos exáctamente dos horas de libertad; después de ese tiempo tendremos que volver a la entrada, ya que será la hora de comer.

Creo que si pudiese, rompería la cámara de tantas fotos que hago. Maggie me riñe un par de veces porque ella dice que si hago las fotos no disfruto la realidad en el presente. Sé que tiene razón, pero aun así, le replico. Es mi naturaleza. Se pasa todo el rato leyendo la información. Mira que no tengo nada en contra de la lectura, pero no consigo entender cómo no se aburre. Hay datos que llaman la atención, pero no TODOS.

- ¿Cuánto nos queda? -pregunta Maggie por doceaba vez.

- Una hora.

Me giro en redondo al darme cuenta de que no he sido yo quien ha respondido. Resoplo al ver quién es y vuelvo a girarme mirando a Maggie, que resulta que me está hablando. Sonrío cuando ella sonríe y asiento cuando ella dice algo con voz de... "es obvio".

Me da un poco de pena no prestarle atención a veces cuando me habla, pero es que cuando se pone a hablar de historia siempre lo tengo que hacer porque no me entero de casi nada.

Noto una persona acercándose. No es que sea una ninja ni nada, pero es que cuando alguien te da un codazo cláramente a postas al colocarse a tu lado, lo notas. No hace falta que mire para saber quién es.

- Ni siquiera estás prestando atención a lo que dice -me susurra Peter acosadoramente.

Lo ignoro y sigo con la atención en Maggie, que sigue hablando. Ya no sé si lo hace consigo misma o es a mí. Cuando por fin termina, se va a leer otro papel. Me giro hacia Peter, teniendo que subir la cabeza para mirarlo a los ojos.

- ¿Por qué no te vas a ver a los prehistóricos? Tienen mucho parecido contigo -le digo.

Suelta una carcajada cerrando los ojos tras las gafas.

- Qué graciosa eres.

- Y tú qué pesado.

Dicho esto, pongo una repentina atención a un hueso.

- Siento lo de esta mañana -dice dándome un leve codazo.

Me vuelvo a girar y lo miro directamente.

- Primero: no hace falta que seas simpático conmigo, si quieres algo, lo pides. Segundo: hay una cosa que se denomina "llamar a la puerta". Sé que suena raro y que nadie lo usa, pero es útil. Y tercero: sé que no lo sientes porque eres nada más y nada menos que un chico de diecisiete años.

Sonríe dándose cuenta de que he dado en el clavo. 

- Primero: me gusta ser simpático con la gente. Deberías probarlo, es agradable. Segundo: no soy yo quien dejó la puerta abierta. Y tercero: es en lo único que tienes razón.

Lo empujo obligando que se aleje mientras pongo cara de asco y él se ríe. Busco a Maggie a mi alrededor pero no la encuentro. Maldigo por lo bajo. Nada habría pasado si no me hubiese parado a hablar con él.

- ¿Te has perdido, Caperucita? -me pregunta Peter alzando una ceja.

- Cómprate una personalidad -le digo sin responder- lo de Caperucita está muy visto.

Me niegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora