28. No creo que necesites la televisión

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La verdad es que a veces soy bastante cabezota. Me propongo hacer una cosa, se me sube a la cabeza y al final acabo pasándome. Sé donde está la casa de Peter, claro que lo sé. Pero con la emoción y todo me creo que puedo ir a ella andando. Cuando me centro, la realidad me golpea: es imposible que llegue a su casa antes de que me de una insolación. Busco en mis bolsillos, pero soy la pava que nunca lleva el móvil en los bolsillos, así que tengo que volver a casa. Llamo al timbre, y al instante me abre Sandra.

- Tu novio se va a olvidar de ti como tardes un segundo más -me dice apoyándose en una pierna y alzando una ceja.

- ¿Novio? -pregunto asombrada- ¿has escuchado todo lo que he hablado con Tom?

Una sonrisa pícara se asoma por su cara. La fulmino con la mirada.

- ¿Eres idiota? ¡Cotilla de...! -me acerco a ella amenazante, y sale corriendo pidiendo auxilio.

No creo que sea más fuerte que mi hermana, pero las amenazas son más defensivas que cualquier golpe. Busco en el monedero que hay en la entrada -que espero que sea mio- y cojo un poco de dinero para el autobús. ¿Por qué no conduzco? No sé conducir ¿Por qué no le digo a Thomas que me lleve? No sabe conducir ¿Por qué no le digo a mi madre que me lleve? Paso de decirle que me lleve a hablar con mi "no sé si podría llamarle novio" a hablar y sabe quién qué. No quiero que mi madre me acose a preguntas y saque conclusiones precipitadas que ni mi mente podría imaginarse. Me hecho una carrera hasta llegar. Me subo y le pago al conductor, un hombre de mediana edad con los ojos caídos. Le sonrío, pero no me devuelve la sonrisa. La verdad es que debe ser un tostón estar todo el día llevando a gente de aquí para allá sin final alguno. Yo no lo soportaría. Busco un sitio, y al final me siento al lado de una chica que aparenta la edad de mi hermana. Está centrada en su teléfono, en el que puedo ver una conversación. Cuando se da cuenta de que mi YO cotilla está haciendo de las suyas, bloquea el móvil y lo guarda en su bolso, no sin antes echarme una mirada acusadora.

A ver, no es mi culpa... ¿quién no quiere ver las conversaciones de la persona desconocida que se sienta al lado tuya? Bueno, pues yo siempre quiero.

Cuando llego a la parada me levanto dispuesta a bajarme, y parece que todo el autobús también lo hace. Supongo que será la parada más común, ya que está más cerca del centro. Dejo pasar a casi todo el mundo, pero el pánico empieza a formarse cuando me viene a la cabeza que si dejo pasar a tanta gente al final las puertas se van a cerrar y no voy a poder pasar, ya que la mirada que me echó el conductor no fue nada amistosa. ¿Y si no le agrado? Seguro que aprovecha para cerrar la puerta en mis narices. En un acto de supervivencia, me cuelo a la chica de antes, y recibo otra mirada acusadora. Cuando piso el suelo firme, suelto un suspiro.
Nunca me habría imaginado que bajar de un autobús me subiría tanto las pulsaciones.

Me fijo en lo que me rodea. Estoy frente a una fuente, y hay muchos edificios a mi alrededor. Hay mucha gente. Intentando encontrar la calle en la que vive Peter, me llevo más de un par de codazos y mis zapatos acaban grises. Nunca he sabido controlarme bien entre la muchedumbre.

Cuando llego a lo que espero que sea la casa de Peter, llamo al timbre con la mano temblorosa. Espero un rato, pero nadie abre, así que vuelvo a llamar. Entonces es cuando me abre. Es la hermana de Peter. Noto un rubor subirme hasta las mejillas. No había planeado nada si no me abría Peter.

- Em....Emma... -digo con voz de drogata.

No entiendo por qué me sale la voz así.

- ¡Emily! -dice, y me abraza.

Me quedo asombrada. No es que sea escrupulosa pero, ¿por qué me abraza?

- Qué bien que hayas venido, mi hermano está más asqueroso que de costumbre -dice sonriente- ¿os habéis peleado o algo?

Me niegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora