25. Echar de menos es decir poco

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Ya he comentado una vez que odio los aviones. Bueno, creo que no se trata del todo de una fobia, pero está a punto de convertirse en una. Cuando termino de hacer mis maletas creo que me va a dar un patatús o algo. Violet entra en la habitación como si no se tratase de su casa y se sienta en frente mía. Nos quedamos un rato ahí, calladas, y al final sonríe poco a poco y dice:

- ¡Oh, venga, ven aquí! -y me abraza como si se tratase de un oso.

Creo que es a una de las personas que más voy a echar de menos. Sí, desde luego que sí. Después, nos dirigimos los cuatro -Peter, Patrick, Violet y yo- al coche, dispuestos a irnos al aeropuerto. Cuando llegamos, parece que nadie quiere dar ni un paso más. Nunca he sentido de verdad querer negarme a algo, pero esta vez sí. ¿No podrían venirse con nosotros? Sería genial. Soy de todo menos cariñosa, pero lo de llorica me sobra a veces.

Las despedidas son partes de la vida que más nos cuesta afrontar, sobretodo cuando se tata de despedirse de las personas que más quieres. No es que me fuese a despedir por siempre, no ed que nunca fuese a verlos de nuevo, pero la pena que me recorre por dentro no es normal. Un mes puede hacer más cambios en ti mismo que un año. Incluso un día puede cambiarte la vida para siempre. Vine a America como la chica anti amor que no sentía nada hacia nadie, terriblemente neutra. No aceptaba opiniones, ya que nunca me importaban. Ahora, en los peores momentos, apoyo mi cabeza en el hombro del amigo que me acoja, sonrío ante estupideces que antes me parecían simplemente lo que son, estupideces. Lloro por el mínimo daño sentimental, aunque antes también era algo así. Me he vuelto más cercana, a todo el mundo. Comprendo y descomprendo cosas. Y el máximo y más notable cambio, es que me he enamorado. De un chico. En un mes. Desde luego, hasta en unas horas la vida puede darte un giro, aunque pequeño, sigue siendo un giro.

Volver a casa significa dejar atrás a las personas que han conseguido que este cambio se forme. Que el cambio sea estable.

Miro a mi alrededor. El ruido, las personas, las voces, los olores; todo parece ajeno. Fijo mi vista en Maggie y Patrick, que se están mirando sin decir palabra, ambos con los ojos a punto de estallar. Los padres de Patrick se acercan, y nos dan dos abrazos de oso a Peter y a mí. La madre, con la cara redondita, se limpia las lágrimas. No hemos estado mucho con ellos, pero nos han cuidado a su manera. Les devuelvo el abrazo como puedo, ya que no soy abrazadora profesional que digamos. Peter sonríe agradecido y me echa una mirada por el rabillo del ojo. Entonces, los padres nos dicen con su acento americano que se van para que podamos despedirnos con libertad.

Me doy cuenta de que hay bastante gente. Es normal, están todos los del instituto, cada uno con sus respectivas familias, despidiéndose. Menos la compañera de Maggie, todos han venido. Veo abrazos, lágrimas, risas, sonrisas...pero sobretodo despedidas. Me acerco a Violet, y, con los ojos llorosos, le rodeo con mis brazos. Como somos de la misma altura más o menos, apoya su cabeza sobre mi hombro con un sollozo contenido. Entonces ya nadie puede pararnos; empezamos a llorar como unas posesas, y decimos cosas incomprensibles que solo nosotras entendemos como:

- Affhh..

- Peroghhhfff.

- Yotahh su...

-Hmmm

- Ahuu...

Todo eso llorando. Todo normal. Cuando me separo, nos sonreímos tristemente, y damos un paso atrás. Entonces, Peter se adelanta y le da un abrazo a Violet. Por si alguien se lo cuestiona, no, no me pongo celosa. ¿Qué tipo de persona sería si lo hiciese? Ni que Peter y yo estuviésemos saliendo. Además, esas parejas que parece que se prohíben el uno a otro tocar a unas personas... Oh, por favor, ¡estamos en el siglo veintiuno, un poco de piedad a la gente sobona!

Me niegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora