Tres días después a penas podía asegurarme a mí misma si estaba viva. No había pasado tanto tiempo sin salir de casa desde que le conocí, y dejar de tener su presencia me resultaba tan duro que no encontraría jamás las palabras para describirlo.
Nunca me había sentido tan desamparada y tan sola, a pesar de recibir una llamada de Ashley cada dos horas.
Pensaba que Collin no estaba siendo consciente del daño que podía estar causandome. No. Estaba segura de que no tenía ni idea.
Respiraba hondo mientras miraba al techo.
¿Cómo alguien de quien a penas sabía nada podía hacerme sentir tan importante?
Se me llenaban los ojos de lágrimas al hacerme a la idea de que podría ser hora de ir desapareciendo de su vida. Tal y como decía.
Pero me negaba.
Mi mente me decía que tenía que alejarme, pero eso lo hacía desde el primer día, así que no podía seguirla con seguridad.
Parpadee varias veces hasta que la lágrima se desprendió del ojo para caer en el sofá.
El disco de Elvis Presley llenaba la habitación de sonido.
De nuevo, sonó el teléfono.
Me lo pensé un rato, pero lo terminé cogiendo.-¿Sí?
-¡Ceres! ¿Te encuentras bien? ¿Dónde estás? -dijo Ashley alterada.
-En casa.
-¿Te ocurre algo?
-No, nada. Estoy estupendamente -dije con tan poca ilusión como tenía.
-Bueno... Si necesitas algo, llamame, ¿vale?
-Ajá
-Adiós cariño, besis -dijo antes de colgar.
Cerré los ojos.
No me iba a servir de nada quedarme allí y quejarme de todo. Si no hacía algo ya, puede que después fuera demasiado tarde.
Abrí los ojos de golpe.
Apagué el radiocasete de un golpe y me metí en la ducha.
Luego me puse un top de rayas, una falda de capa, medias hasta las rodillas y mis airforce. Cogí las llaves y una chaqueta vaquera, y salí de casa.
Tardaría menos en autobús, pero el camino me lo sabía de memoria y no estaba mal despejarse un poco.
Eran las seis y media, tenía que darme prisa si no quería que se me hiciera de noche.
Caminé a paso ligero, giré dos esquinas y llegué a la plaza.
Me acerqué a la fuente para refrescarme la boca y quitarme la chaqueta. La primavera estaba acabando y comenzaba a dar paso al verano.
Me quedaban escasos metros para llegar a su apartamento y aun no había pensado qué decirle, pero no me detuve.
Toqué a una casa cualquiera y le pedí que me dejara pasar.
Subí las escaleras de dos en dos y me planté en su puerta.
Respiré hondo y toqué al timbre.
Pocos segundos después, se abrió la puerta.
Collin estaba al otro lado, sosteniendo la puerta con una mano.
Me miró a los ojos, y yo le miré a él. Durante un minuto ninguno supimos qué decir, nos limitamos a quedarnos justo donde estábamos, mirándonos el uno al otro sin saber cómo actuar.-Yo... -comenzó diciendo.
Crucé el umbral que nos separaba, solté la chaqueta en el suelo y me agarré a su cuello. Luego sostuve su cabeza con ambas manos y lo acerqué a mis labios para besarlo con todas las ganas que había acumulado.
Al principio noté su rigidez, pero poco a poco los músculos de su cuerpo se fueron relajando, y cerró la puerta detrás de mí antes de agarrarme por la cintura.
En ese momento noté como nos habíamos echado de menos, y me relaje al ver que no había sido la única que lo había pasado mal. Nuestro beso se fue subiendo de tono. Collin me cogió en brazos y me llevó hasta la pared que había justo entre la habitación y el baño. Me soltó en el suelo sin dejar de besarme, y me aprisiono entre su cuerpo y la pared.
Notaba el calor subirme desde el bajo vientre hasta las mejillas, y paraba justo en las puntas de mis dedos.
Mis manos se movieron instintivamente hasta el borde de su camiseta, y las metí dentro para tocar su espalda.
Ardía. Aquel chico parecía fuego, y yo era tan fría...
Lo empuje hacia mí para notar su calor en mi cuerpo, y entonces tiré de su camiseta hacia arriba.
Separó sus manos de la pared para sacarsela del todo y luego volvió a poner sus labios justo donde estaban.
Me cogió los muslos y me aferré de nuevo con las piernas alrededor de su cintura.
Sus manos me agarraban con bastante fuerza los glúteos. Estaba empezando a notarme mojada.
Deslizó sus dedos hacia arriba hasta que encontró la goma que sostenía el tanga en su sitio y tiró de él hasta dejarmelo en los muslos.
Dejó de besarme.
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¿Destino o suerte?
RomanceLlamarlo destino, llamarlo suerte, ¿qué más da? Ambos teníamos claro que si nos conocimos fue por algo. « -No me tienes miedo a mí, sino a lo que sientes cuando estas conmigo. ». Tráiler en el epílogo.