Collin abrió la puerta del copiloto para que entrará en el vehículo.
Me acomode en el asiento y encendí la radio.
Collin arrancó el coche.
No había manera de poner la radio, así que dejé de intentarlo.
Díez minutos después, llegamos a mi portal.
Abrí la puerta y justo antes de salir, Collin me cogio la muñeca.
-Bueno a ver -tragó saliva-, pienso que como ya he intentado pedirte salir dos veces, a la tercera va la vencida, así que... ¿te apetecería venir a cenar esta noche conmigo? -sonrió.
Era imposible negarse a esa sonrisa.
Se la devolví, asentí y le di un beso en la mejilla antes de salir del coche.
Subí hasta mi planta y de repente recordé al gato.
¿Para que quiero yo un gato?
Decidí regalárselo a la vecina, seguro que le prestaba más atención que yo.
Entre en casa. La gata debía estar muerta de hambre, así que le di de comer y preparé todo para dárselo.
Toqué a la puerta y ella abrió segundos después con el pelo encrespado y el rimel corrido.
-¿Estas bien? -pregunté ante su aspecto.
-Sí, es solo que me acabo de levantar. ¿Qué querías? -sonrió.
-He pensado que te haría ilusión quedarte con el gato... Yo no tengo tiempo para él y seguramente acabaría en la calle...
Se le notó la emoción en los ojos.
-¡Claro que sí! -respondió muy contenta.
Sonreí y entré en casa para coger a la gata y lo demás.
-Aquí tienes -le entregué a la gata.
-Muchas gracias -me dio un beso en la mejilla y cerró la puerta.
Volví a mi apartamento.
Tomé algo para comer antes de sentarme en el sofá a ver la televisión.
No ponían nada interesante, así que me quedé dormida.
Desperté dos horas después porque mi móvil sonó.
Tenia un mensaje de Collin que decía:
"Paso a recogerte a las 10:30, espero que estés preparada :)"
"Vale :)", respondí yo.
Me espabilé y me metí en la ducha para despejarme.
No entendía como estaba tan cansada si estaba todo el día durmiendo.
Puse el agua fría.
Me seque con una toalla roja y pensé qué hacer con la camiseta de Collin.
Al final la eché a lavar, no sin antes olerla.
Olía a él. A sus sábanas, a su cuello, a su pelo... a él. Y su olor era especial. Era distinto a cualquier olor que se podía percibir.
Era un perfume de hombre apenas perceptible que me hacía sentir. No se exactamente qué, pero lo sentía.
Salí del baño, que estaba en el piso de abajo, y subí a la habitación.
No sabia que ropa ponerme.
Estaba nerviosa, pero en aquel momento no lo habría aceptado.
Abrí el armario.
Pase horas frente al armario sin saber que ponerme, hasta que miré la hora y me di cuenta que sólo tenía 30 minutos para prepararme.
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¿Destino o suerte?
RomanceLlamarlo destino, llamarlo suerte, ¿qué más da? Ambos teníamos claro que si nos conocimos fue por algo. « -No me tienes miedo a mí, sino a lo que sientes cuando estas conmigo. ». Tráiler en el epílogo.