Capítulo 21

61 6 0
                                    

Suzanne estaba despidiendose de su hijo mientras yo me ocupaba de los platos de la cena.

-Ha sido un placer conocerte -dijo muy sonriente esperando un abrazo.

-Igualmente -le devolví la sonrisa mientras me secaba las manos con un trapo para abrazarla.

Después salió por la puerta con su hijo detrás, que fue a acompañarla hasta el autobús, y yo terminé la faena.
Me senté en el sofá de cuero negro y saqué mi teléfono. Tenía varios mensajes de Dana, en los cuales decía que tenía que llamarla cuanto antes, así que marqué su número y llamé.

-¡Ceres! -Contestó en seguida al otro lado de la línea.

-Hola, ¿qué pasa? -pregunté mientras me levantaba del sofá y salía al balcón en busca de una mejor cobertura.

-Collin me ha llamado, dice que habló con su tía hace unas horas. Tiene datos.

-¿Y bien? -me impacienté al ver que no decía nada.

-Han estado persiguiendo su rastro, Collin cree que tendrá que quedarse unos meses.

-Genial -comenté con una notable ironía, seguida de un suspiro ansiado.

-También me ha preguntado por ti.

Sonreí, fue algo inevitable.

-Dice que cuide de ti, y quiere que le cuente todo lo que suceda...

Estaba confusa, no entendía a lo que se refería, así que me mantuve en silencio, con la garganta ardiendo deseosa de ganas de gritar con todas mis fuerzas para que pudiese escucharme.

-No quiere que lo dejes...-aclaró.

-No voy a dejarlo -sostuve el alma con las manos, porque estaba apunto de desplomarse.

-Ya... Es solo que él confía en ti y tiene miedo.

-¿De qué? -Elevé la voz, aun sabiendo que no era culpa suya.

-¡De perderte Ceres!

Poco me faltó para derramar el noventa por ciento de mi agua corporal, porque la situación estaba llegando a extremos incalculables.

-Lo siento Dana -dije apoyándome en la barandilla, metiendo mis dedos en el pelo.

-Tranquila... -dijo serena - Tengo que colgar, ¿vale? Cuídate mucho.

Me quedé plantada allí, a la intemperie, con la brisa brusca acariciándome la cara, con el hierro de la barandilla incrustándose en mis codos y la mandíbula tensa. Tenía ganas de gritar, y de gritar mucho hasta quedarme afónica, pero por alguna estúpida razón había decidido que era mucho mejor salir de casa y socializar. Y eso hasta el momento no me había traído mas que problemas. Uno, para ser exacta. Un problema con nombre, apellidos y unos ojos capaces de cautivar a cualquier moza sencilla. Solo me había traído dudas y más cosas en las que pensar, solo me había traído una forma de sentirme más estúpida.
Escuché como de abría la puerta del balcón, aun que no le presté atención. Ni a mi piel de gallina por el frío.

-Te vas a quedar helada -dijo Bill detrás de mí, echándome una manta encima de los hombros.

No respondí, porque no tenía ganas de hablar.
Me echó el brazo por la espalda y vi por el rabillo del ojo como se echaba también en la barandilla.

-Probablemente no sea el momento más adecuado para hablar sobre esto -comenzó diciendo.

Algo en mi cerebro activó el botón de alerta roja, sabía que Bill iba a soltarme una bomba de las que no hacen las cosas precisamente más sencilla.

¿Destino o suerte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora