Capítulo 14: Sueños (F)

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El viaje había sido intranquilo, al menos para mí. Desde que oí la voz de Andrew no podía mantenerme concentrada: cualquier cosa, por pequeña que fuera, llamaba mi atención y no para bien. Tenía miedo. Y, para mí mala suerte, Drake lo había notado.

Insistió en hacerme hablar, explicar el por que me comportaba tan extraño. Pero me rehusé tantas veces como fue necesario. No podía decirle que había escuchado la voz de el prisionero (al que se supone no conozco) advirtiéndome que no fuera a la caza, y todo eso en mi cabeza. Me creerían loca.
Incluso empezaba a creer que lo estaba: tenía una amiga que era bruja, escuché la voz de alguien que me pareció había cambiado el color de sus ojos y se encontraba a kilómetros de distancia. Si, definitivamente estaba tan cuerda como alguien que ha visto una vaca volando. El problema es que yo la había visto, consecuencia de la magia de Molly.

Tan distraída estaba que no fue hasta que mi espalda tocó el suelo y el dolor comenzó en mi frente que me di cuenta de que una rama no sólo me había golpeado la cabeza si no que el golpe había sido tal qué me había tirado de mi yegua.

Dirigí una mano hacia mi frente, esta punzaba, y cuando la  volví a ver tenía un  poco de sangre en ella.

-Carajo...- susurré mientras sentía que un líquido resbalaba por mi frente, frenando un poco en la ceja. Nunca había deseado más que fuera sudor, pero no, estaba consiente de que era sangre. Supongo que el golpe en serio fue fuerte pues a los pocos segundos la visión se me nubló y los gritos pasaron a oírse en segundo plano. Me había desmayado por primera vez.

No tenía ni idea de cómo funcionaba el desmayarse por lo que no supe si el sueño había sido cuando me encontraba en ése estado o después. Lo que sí supe es que no fue normal, lo que soñé no estaba bien y me aterraba aún más.

Y es que el sueño se basó en mi, en el centro de el claro de lo que había sido un hermoso bosque, consumido en llamas. Molly estaba allí, sus ojos eran blancos, sus labios se movían rapidamente y su cabello revoloteaba en el aire con furia. Ella estaba provocando el fuego, cada sonido que salía de su boca hacia que las llamas se avivaran. Llegó el momento en que el calor me estaba sofocando de tal manera que sentía la necesidad de lanzarme por el acantilado a espaldas de Molly. Antes de que pudiera hacer esa locura algo me pegó en la nuca. Caí al suelo, inconsciente.

Desperté. Seguía en el claro, el cual estaba en perfecto estado, como si las llamas jamás hubieran molestado con su presencia. Pero Molly ya no estaba allí, me encontraba completamente sola. A pesar de que veía a través de mis ojos no me sentía yo, como si no fuera mi cuerpo, no lo controlaba.

Mi mano jugueteo con un frío objeto, parecía metal con relieves en él, pero no tenía manera de comprobarlo. Los ojos no me obedecían, no volteaban hacia el objeto, cualquier intento de mi parte era en vano. No podía hacer nada más que observar lo que se me imponía. Cinco minutos pasaron, la mirada fija en un árbol, el objeto moviéndose en la mano. No había sonido alguno, ni siquiera el del viento que movía ligeramente las hojas de los árboles.

La calma fue abruptamente quebrada. El objeto se elevó a la altura de mis ojos con ambas manos. No podía creer lo que veía, frente a mí estaba la daga que me había dado Molly, tan perfecta como cuando me la había regalado, pero esta vez resplandecía en mis manos, irradiaba un brillo hipnotizador. Ella ni siquiera se inmutó.
Con una velocidad anormal la daga se introdujo en el abdomen de mi cuerpo. Me sentí asfixiada. Sangre comenzó a resbalar en la daga, sobre los cristales, el brillo de la daga aumentó, cambiando su color. Perdí mi fuerza, mis piernas temblaron, no me aguantarían más, caí sobre mis rodillas. Pero en ningún momento salió sonido alguno de mi boca.

Mi mano extrajo el afilado material de mi cuerpo, este, al tocar el suelo, se alejó unos centímetros y comenzó a girar sobre su eje, elevándose sobre el centro del claro. Ella lo siguió con la mirada hasta que, sin previo aviso, despidió una luz demasiado potente como para dejar sin vista a todo aquel que la observara. Una estrella demasiado luminosa, aunque si, era hermosa, también era letal. Mis labios se estiraron formando una sonrisa pero, contrario a lo que expresaba ese gesto, en el interior,  el estrago que causó la daga fue terrible por qué pareció matarme. Y, a pesar de que yo no había causado nada de esto morí con ella, no sin antes aterrarme al ver a miles de personas aparecer de la nada en el claro y, alrededor de él, caer, morir, dedicándome una última mirada cargada de ira, de odio, de culpa, pero más extraño aún, algunas de alegría y alivio.


••Fin del Flashback••

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