Capitulo 21: La Daga

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–¿Es aquí?–cuestionó al tiempo que estacione el auto.

–No, lamento decirlo pero aún faltan algunas cuadras.

Salí del auto, Alex me imitó y cerró la puerta de su lado.

–¿Me prestarías tu celular? He agotado mi saldo y necesito enviar un mensaje.

Alex no discutió y me lo tendió sin preguntas, tal vez lo que pasó con Sean había afectado. Una vez en mi poder, comencé a absorber la energía de la batería dando como resultado que el móvil se descargara completamente. No me arriesgaría a que alguien nos rastreara.

–Creo que ya no tiene batería–dije devolviéndoselo.

–¿Pero qué...?–presionó varias veces el botón de inicio e incluso golpeo un poco el aparato–No puedo creerlo ¡juraría que hace un momento tenía toda la pila!

–Ya, bueno, tengo un cargador en mi departamento.

–Bien, pues... vámonos ya– contestó sin dejar de pulsar el botón de inicio.

Reí, damas y caballeros, un adicto a la tecnología.

Lo guíe a través de varias calles, dando algunas vueltas y tomando ciertas desviaciones, asegurándome de que nadie nos siguiera. Solo hasta que obtuve esa certeza me dirigí al conjunto de departamentos.

–Señorita–llamó Margaret apenas me vio–, el sensor de...– calló al ver a Alex.

–¿De nuevo? Espero no volver a oírlo la próxima vez que llegue–dije esbozando una sonrisa cansada–. Gracias Margaret.

Comencé el recorrido hacia mi habitación, con Alex pisándome los talones. No habíamos llegado al ascensor cuando la voz de Margaret nos detuvo.

–Oh, casi lo olvido, le han dejado esto– extendió su mano hacia mi, en ella había un sobre amarillento, viejo, pero aún sellado. Sobre el no se leía ningún tipo de dato, a excepción de una garigoleada "K".

Había subido a mi departamento lo más rápido que pude, tratando no llevar una velocidad exagerada debido a la presencia de mortales en el edificio. Apenas entré a mi departamento tomé una de mis armas. No me gustaba llegar así, se suponía que mi hogar era seguro. Esta vez era imposible que quien hubiera encendido el sensor fuese Sean...o Drake y estaba más que segura que nadie más sabía de ese lugar.

Alex tocó mi hombro, haciéndome dar un respingo, la pistola estaba en su frente y había faltado poco para que jalase el gatillo. Si, había olvidado su presencia. Él señaló el arma y luego a sí mismo. Rodé los ojos y le di mi arma, tomando después otra.

Mandé a Alex a revisar el departamento y una vez que estuvo fuera de mi vista me dirigí a la pintura que escondía el cuarto. Sopesé la idea de detener el tiempo, solo para asegurarme que Alex no viese la entrada como tal, nunca estaba de más estar segura así que lo hice con la mayor rapidez que me fue posible. Después de haber pasado esa "aventura" con los dos vampiros en el instituto limitaba mucho el uso de mi poder.

–No hay ninguna persona–dijo Alex en una voz apenas audible– ¿ese pasillo estaba allí antes?

–Si, ¿acaso no lo habías visto? No servirías de agente secreto– esbocé una sonrisa socarrona aunque ésta no duró demasiado.

Volvía a ser igual que aquella noche, el arma temblaba levemente en mis manos, solo esperaba que lo que se hallase dentro no provocará eso que sentí antes de desmayarme. Sean me había dicho que esa vez que me desmayé ocurrió algo extraño, siendo una vampira jamás había podido controlar el poder de telequinesia, básicamente solo me era posible mover una cosa a la vez pero, aparentemente, antes de desmayarme eso cambió. Aunque solo por unos segundos.
Esta vez no había ninguna luz encendida, ninguna frase que me diese la bienvenida. Fruncí el ceño, allí dentro no había nadie aparte de nosotros. Baje el arma y me dirigí a encender la luz. Fue en ese momento cuando me di cuenta. Sobre la mesa se encontraba una caja, al igual que el sobre, vieja y desgastada. Su tamaño no era del todo grande, de largo mediría lo que era de mi mano al codo y de altura una mano y media.

¿Vampira?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora