Ochenta y cuatro. Lanx Australis

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- Si con mi mano he profanado tan celestial altar, perdóneme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso.

Nathan tomó la mano de Ariana, quien sintió que el aire escapaba de su pecho. El tacto de Nathan se sentía tan cálido y tan bien que ella se aferró a ese sentimiento. Vio los ojos llenos de amor de Nathan, pero inmediatamente recordó que ahora mismo no eran Nathan y Ariana. Eran Romeo y Julieta.

- El peregrino ha equivocado el sendero pese a que parece devoto. -recitó ella. -El palmero únicamente ha de besar manos de santo.

-¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?

- Los labios del peregrino son para orar.

Algunas personas del público emitieron una ovación, sorprendidos por aquel maravilloso acto. Casi no podían creerse que solo fuera una obra. Se sentian dentro de la obra, de los personajes y del ambiente.

- ¡Oh, es una santa! Cambien pues de orificio mis manos y mis labios. Ore el labio y otórgueme lo que le pido. -dijo Nathan con gran elocuencia. Ariana sabía que esa escena se acercaba. Y aunque sería un beso falso, tener los labios de Nathan cerca de los suyos le permitía soñar.

- El santo escucha con tranquilidad los ruegos. -dijo ella, y Nathan percibió un leve temblor en su voz. Sin embargo, parecía que el público no lo había notado.

-Entonces, escúcheme tranquila mientras mis labios oran... -Nathan se detuvo por un momento, y Ariana se sintió atrapada por su mirada. Su voz se había suavizado, y sintió la mano de Nathan en su mejilla. - y los suyos se purifican.

Y Ariana cerró los ojos esperando aquel beso falso que le permitiría soñar un poco más. Pero no contaba con que...

Nathan la estaba besando de verdad.

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El deseo a una estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora