Sesenta. Gorgonea Quarta

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-¿Nathan?

Nathan se removió bajo las cobijas, inconforme por el sonido. Afuera, la lluvia caía torrencialmente. Hacía una tormenta horrible, pero aún así él estaba durmiendo como un bebé.

-¡Nathan!

-¿Hmm...? -murmuró él y enfocó su vista en la oscuridad, hasta que vio la imagen de Ariana en la puerta. Se sentó con somnolencia sobre la cama y enfocó la mirada hacia ella, sobandose un ojo. A ella, eso le pareció algo tierno. -¿Qué sucede?

-Verás... tú... bueno, me dijiste que si necesitaba algo, no dudara en pedirte ayuda. -él asintió, ahora sintiéndose interesado. - Bueno, pues... no puedo dormir... -murmuró, avergonzada.

-No me digas... ¿acaso te dan miedo las tormentas? -preguntó, y ella se quedó en silencio. -¿Es en serio?

-¡No es para burlarse! Además no me dan miedo todas... ésta en especial... -dijo ella, y Nathan sintió como el granizo golpeteaba con fuerza contra el techo. -Entonces... me preguntaba si... si yo... yo... olvidalo, no es nada.

-Puedes dormir aquí. -le dijo él, y ella parpadeó, confundida.

-¿De verdad? -preguntó sintiendo la ilusión nacer en su pecho, y él asintió, haciéndole un espacio. Ella sonrió, y sintió que algo se calentó dentro de ella. Un calorcito agradable la invadió. Cuando ella entró a la cama, él la rodeó con sus brazos. Ella se tensó al principio, pero al sentir los latidos de su corazón y su respiración acompasada se sintió relajada. El sonido de su respiración era relajante. Sus brazos se aferraron a él, y Nathan se sorprendió. Era la primera vez que ella le devolvía el abrazo.

Pero de inmediato, se sintio tranquilo y relajado. Y ella se sintió igual. Y abrazados, ambos durmieron profundamente esa noche, espantando toda la oscuridad alrededor.


El deseo a una estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora