Ciento seis. Nekkar

333 23 2
                                    

Nathan se acercó a Ariana con el corazón a mil. Ella estaba sentada sobre la arena, mirando hacia el mar, usando un vestido de baño de dos piezas de color amarillo mientras se agarraba las rodillas y las pegaba a su cuerpo. Nathan no podía creer lo que había leído en el diario. Simplemente, su mente no lograba asimilarlo, pero ahora entendía todo. Y por un momento, se sintió feliz por la desdicha de Ariana. Si ella estaba triste, significaba que él le importaba. Le importaba mucho, y su corazón no lograba calmarse. Con tan sólo tenerla a unos metros cerca, era suficiente para él. Y aunque se sentía nervioso y quería salir corriendo, se dijo a sí mismo que no huiría más. No la lastimaría más.

Así que se acercó y se sentó a su lado, pero ella no se inmutó. La miró, y vio como el cabello negro le caía como cascada por sus hombros, impidiéndole ver aquel precioso rostro que le gustaba apreciar. La vio cabecear, y su gesto se contrajo.

-¿Ariana? -preguntó, extrañado. Ella dio un respingo, pero su cabeza comenzó a decaer otra vez.  Él se acercó y puso su cabello tras su oreja, dejándolo ver un par de ojos cansados y somnolientos. No había podido ver bien su rostro en los últimos días, pero ahora que la detallaba de cerca se veía agotada. ¿No ha estado durmiendo bien? Vio como ella intentaba luchar para no quedarse dormida. Increíble... estaba viendo el mar por primera vez y estaba que se caía del sueño.

-¡Ariana! ¡Nathan! ¡Vengan! -escuchó el grito de su madre, quien en el mar estaba disfrutando junto a su esposo y a Lucy. -¡El agua está deliciosa!

Nathan miró a Ariana, y luego a sus padres, y se sintió estúpido.

-¡Estamos bien aquí! -gritó. Su madre parpadeó, confundida, pero esbozó una ligera sonrisa y quitó su mirada de ellos. Nathan se sintió como un egoísta por querer tener a Ariana solo para él, pero no podía evitarlo. Además, ella debía descansar. Así que la rodeó con uno de sus brazos y la acunó en su hombro. Ella se removió, incómoda por el cambio, pero inmediatamente suspiró.

-Nathan... -la escuchó murmurar, y él le dio un beso en la coronilla y se recostó sobre su cabeza. Tenerla en sus brazos lo hizo sentirse inmediatamente relajado, y se dijo a sí mismo que sería egoísta una vez más.


El deseo a una estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora