Capítulo 3

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Un escalofrío recorre mi espina dorsal al sentirlo tan cerca de mí. Mientras él examina con mucha concentración cada ángulo de mi rostro me resulta extraño e impresionante que pueda hacerlo en esa oscuridad.

Cuando por fin quita sus manos, puedo ver aun con dificultad que se está alejando. De pronto escucho un "Click" y una parte del cuarto se ilumina.

Había un escritorio con varios fajos de billetes y algunas pequeñas bolsitas con un polvo blanco. Busqué al tipo con la vista, pero él seguía camuflado en el ambiente. Me causaba angustia y frustración no tenerlo al alcance, no sabía con exactitud si estaba en uno de los rincones. O cerca de mí. Una temblorosa sensación atacó a mi cuerpo al imaginar lo que me haría una vez que no estuviera alerta a cualquier movimiento. Estaba hiperactiva en ese momento, estaba esperando su sorpresivo ataque cuando gritó:

—¡Tedd!—Su voz era más juvenil de lo que esperaba. El miedo me estaba consumiendo como para haberme dado cuenta de eso. La puerta se abrió y me giré un poco para ver, el fortachón de traje elegante asomó su cabeza. Mis comisuras se elevaron al saber su nombre. No era típico en un hombre tan aterrador, pero hacía juego con la calidez y la suavidad de su mirada. Me incineró con su mirada de oso y bajé la vista hacia mis pies.

—¿Diga?

—¿Cuanto queda para el siguiente vuelo?

«¿Vuelo?» Cuando pensé en la idea de que me llevarían lejos empecé a desfallecer, no soportaba la idea de estar lejos de mi papá.

Recuerdo la forma en que leía mientras fumaba. Con la pierna cruzada en su sillón desgastado escuchando a los Rolling Stones. Y yo ahí, oliendo la deliciosa fragancia de un pie recién horneado, combinado con el sutil aroma de las rosas color salmón de nuestro jardín.

Ahora recuerdo que era mi turno de darle mantenimiento a las plantas. También que debía entregar el trabajo de la obra mañana por la mañana. Mi padre se decepcionaría mucho si reprobara. Ahora me doy cuenta de que mis deberes están tomando una nueva y muy valiosa importancia. Por pequeños e insignificantes que fueran, desearía con todas mis fuerzas aparecer en mi habitación haciendo gustosamente mis tareas. Incluso me pondría a cocinar yo en lugar de mi papá y hasta lavar los trastes y cortar el césped.

Lo cual me resulta raro porque, hace unos días hice un berrinche del tamaño del mundo para que mi papá limpiara la casa por mí. Me doy cuenta de que si hubiera tomado desiciones diferentes, algo habría cambiado, y ese algo, habría evitado esto.

Mientras pongo los pies de nuevo en la tierra el fortachón curiosamente llamado Tedd y el otro tipo seguían discutiendo.

—Tenemos que adelantarlo, es mi avión de cualquier modo, puedo hacer lo que se me dé la jodida gana. Incluso puedo detenerlo en el aire si se me antoja—No podía verlo, pero estaba casi segura de que si ese vuelo no salía a la hora que él quería, arrojaría todo lo que estaba dentro al aire.

—Hablaré con el piloto—Tedd hablaba con toda serenidad, mientras que el tipo aun camuflado estaba perdiendo la cordura solo por que él no podía controlar el tiempo.

—No. Dile al piloto que si el avión no sale en media hora lo patearé tan duro que su madre deseará no haber abierto las piernas.

La puerta se cerró detrás de mí, pero podría jurar, que antes de que Tedd se fuera me dedicó una disimulada sonrisita. En ese momento supe que él sabía lo que yo pensaba de él, y ese pequeño gesto era una afirmación.

Cuando quedamos otra vez solos, esperé pacientemente para que dejara al descubierto su cara, pero solamente se recargó en el escritorio dejando al descubierto su cuerpo del cuello para abajo. Aunque no veía sus facciones, podía notar que era joven, y, aunque tuviera su cuerpo cubierto por una camisa cuadrada verde con azul marino, se veía fuerte y saludable.

—Creo que te has dado cuenta en qué situación estas—Dijo al fin. Sentí que su mirada amenazadora me azotaba con fuerza—No te lo repetiré dos veces así que más vale que me escuches.

Empecé a temblar, pero estaba decidida a escuchar con atención, no necesitaba ponerlo más furioso de lo que ya estaba. Sabía que él me miraba, así que asentí.

—Nos iremos en una media hora. No estoy para lloriqueos ni suplicas, sabes lo que te espera y tienes que aceptar tu destino. No hay escapatoria, y si la hay, me aseguraré de que no la encuentres—Bajó un poco la cabeza y apenas y logré ver su barbilla y su labio inferior, sonrió y su dentadura resaltaba entre el crepúsculo del cuarto—¿Bien?

Esa palabra me resultaba perturbadora, ahora me daba cuenta de la relatividad de la palabra "Bien".
De un segundo a otro lo sentí a centímetros de mí. Me sorprendía lo escurridizo que podía ser.

Abrió la puerta y sentí el frescor del exterior. Me había olvidado por completo de cuanto frío hacía afuera. Me tomó del brazo y me jaló, ya no sentía cuando alguien los apretaba, mis brazos de fideo estaban pesados y muertos por la presión de la cinta adhesiva. Cuando intenté nuevamente poder verlo me dio la espalda y siguió estirándome hasta que llegamos a una camioneta blindada de color negro, estaba reluciente y los neumáticos parecían completamente nuevos. Tedd estaba totalmente inmóvil, parecía que el frío no le afectaba en lo absoluto.

—¿Y bien?-Me detuvo con brusquedad.

—El piloto está listo para cuando llegues—Me imaginé el terror que le debió de haber causado al pobre piloto, tanto como para acatar las órdenes sin respingar.

—Bien—Subió a la camioneta con rapidez y Tedd me ayudó a subir también, pero en la parte trasera. Cuando sentía que los tres estábamos avanzando me acomodé en el asiento, escuchando las platicas intensas entre Tedd y mi secuestrador. Debo admitir que era más lujoso de lo que yo pensaba, estaba en el cómodo asiento trasero y no en posición fetal dentro de una cajuela.

Me quedé quieta, pensando en el arma de defensa que usan las zarigüeyas para que sus depredadores no los coman. Pareciendo cadáveres poco apetitosos.

Pero para mi desgracia, estos son humanos, y saben que estoy viva, por lo tanto soy una mercancía apetitosa con un corazón activo.
Miré el cielo oscuro por ultima vez, y caí en un profundo sueño sin sueños.

El secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora