Capítulo 1

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—¿Estás bien entonces?—Me preguntó mi padre mientras subía la última maleta en la cajuela de mi coche, que consiguió en una subasta y fue mi regalo de cumpleaños número 18.

—Mm...—Dije mientras trataba de recordar cosas que me faltaran. Asentí después de que estuve segura de que lo tenía todo bajo control.

—Bien, supongo que ya es hora—Me tomó de los hombros y me dio un beso en la frente, sus ojos se cristalizaron—Qué rápido creciste. Recuerdo cuando ni siquiera a la escuela querías ir. Que llorabas en la entrada de los...

—Oh, vamos—El claxon sonó, con Iker presionándolo, sus ojos avellanados tenían una nueva luz—Oigan, no quiero interrumpirlos, pero Lexa, el avión sale en media hora—Mi padre lo calcina con la mirada, y vuelve sus ojos a mí.

—Cállate Iker, es mi hija—Me abraza fuertemente—Te amo.

—También te amo—Le digo, y una lágrima resbala por su mejilla, la limpio con mi pulgar—Vamos, ya sabías que esto iba a llegar.

—No, de verdad que no. No estoy disfrutando mucho la vida de papá que prometían en los comerciales.

Subo al auto, tomo una larga respiración e Iker avanza, agito mi mano y cierro la ventanilla del copiloto. Suspiro.

—Estarás bien, no es tan malo vivir solo.

—No es lo que me preocupa—Él suspira y me dedica unos segundos antes de volver a fijar su vista en el camino.

—¿A qué irás exactamente?

—Mm... Por mis perros—Hace unos días, Tedd me había llamado para decirme que ya no podían con Sal y Pimienta, ya que, 1: Tamara odia a los perros, y 2: Eran incontrolables.

Aunque hace dos años lo haya dejado de ver, eso no quiere decir que no nos hayamos mantenido en contacto. Digamos que se ha vuelto un amigo muy querido, y además, soy la futura madrina de su bebé, así que somos técnicamente una familia.

—¿No crees que rentar un departamento con dos perros es un poco caro?

—No los puedo dejar ahí, ella los tirará a la calle, y si les hace daño, va a crear una pelea de gatas Iker.

—Solo quiero que estés bien, nena—Dice sonriendo—Además, te acostumbrarás rápido. Y bueno, ya no tenemos que pedir permiso para poder llegar tarde.

—Puede que tengas razón.

—Siempre la tengo nena.

No, primero que nada, no. Iker y yo no hemos vuelto. Aunque, viéndolo bien, le han sentado bien los últimos años. Es hermoso, vaya que sí.

La palabra nena aquí no es comprometedora, simplemente es un apodo que él adoptó, no significa nada. Aunque la semana pasada que habíamos ido a una fiesta, un poco pasados de copas por poco nos besábamos, hasta que alguien entró y gritó: Eeeeeeeeeeey.

Nos separamos y no hemos hablado de eso, no quiero decirle que yo no estaba totalmente consciente y que yo no estaba pensando en él en el momento en el que casi le planto un voraz beso en los labios. Se disculpó y luego se fue con la que hubiera sido su próxima novia. Digo "Hubiera" porque 1: No lo es, y 2: Ella fue la que entró al cuarto y gritó: Eeeeeeeeeeey.

—Estoy bien, mejor que nunca de hecho.

—¿Estás segura?, No tienes miedo... De, ya sabes... ¿Encontrarlo?—Él sabía lo de Ephraim, sí, pero no es que yo lo haya atiborrado de información totalmente innecesaria. Lo único de lo que él tenía algo era de que fue mi novio y terminamos, que tiene un primo llamado Tedd, y que ahora se encuentra en Europa por asuntos personales, nada más que eso, ya que en la carta (Que se encuentra, justo ahora, en el fondo de una de mis maletas) que me dio, no había ninguna revelación que lo delatara, por si Iker no se aguantaba las ganas de la curiosidad y la leía.

El secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora