Todo está oscuro. La tenue luz no es suficiente para darme cuenta de hacia donde estoy yendo.
Chillo de dolor al golpear mi dedo chico del pie en un mueble.
«Duele como el diablo» sigo caminando, dando saltitos para que mi dedo no entre en contacto con el piso.
Abro el refrigerador y busco algo que comer, hay fruta, quesos y carnes. Veo en el congelador y tomó un bote de helado y una cuchara. Me siento en el suelo y empiezo a comerlo vigorosamente. El sonido del crujir de las chispas de chocolate que se encuentran escondidas entre el cremoso postre, es ridículamente agradable. Me recuerda a las ardillas que se ponían en mi ventana a comer sus nueces. La nostalgia llega después, me doy cuenta de que no he extrañado nada en los últimos días. De que no ha pasado el vago recuerdo de mi escuela o de mi jardín. Me siento algo culpable de no sentir "Necesidad", supongo que es parte de mi aceptación.Me incorporo de nuevo y camino comiendo mi helado hacia mi cuarto. Me tropiezo con algo y el helado vuela por los aires hasta que cae y se desparrama por todo el suelo. No puedo ver bien pero hago lo que puedo. Intento limpiar con mis manos el desastre, pero solo lo empeoro. Cuando quiero correr por un trapo resbalo, caigo de espaldas y siento lo frío y las pequeñas chispas de chocolate debajo de mí.
La cabeza me empieza a zumbar, de pronto me siento débil. No quiero levantarme. Me doy cuenta de lo devastada que estoy, que me iré, y lo peor de todo. Él me dejará ir.
No es que estuviera esperando que me mantuviera en esta mansión para siempre, pero debo admitir que el imaginarlo no pasaba desapercibido.
Algo en mi interior anhelaba por algún gesto que indicara que le gustaba, solo un poco. Porque en cierto modo, aunque suene descabellado, me duele más su falta de interés por mí que el que me entregue a pedófilos.Siento que me levanto del suelo, y que me muevo, y que de pronto estoy recostada en el sofá. Me acomodo y toco mi cabeza. "Señor" está a mi lado, con una mirada de preocupación. De algún modo me molestó que insistiera en ayudarme, arruina mis planes. Aunque esto no fue planeado lo arruinó, y eso no se vale.
—¿Estás bien?—Toca mi frente, sus manos están frías.
—Creo—Le aparto la mano y la pongo en su costado. Estoy demasiado molesta como para dejarme llevar por mi atracción hacia él.
—Te diste un buen golpe—Cierro los ojos con fuerza.
—Huelo a helado—Me siento pegajosa de la espalda.
—De chocolate—Contengo la sonrisa exitosamente—Te llevaré a la cama—Pasó su brazo por debajo de mi pierna y me levanté de un salto. No quería su ayuda.
—Puedo ir sola—Me tambaleé un poco.
—¿Estás segura?
—Me han pasado cosas peores—Intento caminar, pero opto por sentarme de nuevo—Por ejemplo, el llegar aquí—Comenzó a bufar, pero no me importaba.
—¿Insinúas algo?
—No.
—Escucha, yo no te elegí ¿De acuerdo?
—Pudiste dejarme ir si no era lo suficiente para el negocio. No te habría delatado.
—Eso dicen todas—Volvió a sentarse y volví a levantarme.
—Todas somos iguales. Acostúmbrate.
—No. No todas—Me miró. Ahora me estaba ruborizando—Tú eres un poco más problemática.
—¿Problemática?
—Si te quedaras quieta por unos momentos, se alivianaría el trabajo.
—¿Me consideras un trabajo?—Se me hizo un nudo en la garganta.
—No tan aburrido—«Idiota»—Vamos—Intentó cargarme de nuevo. Ese gesto, por más dulce que parezca, me hace sentir una inútil.
—No quiero que me toques—Le grité en voz baja.
—¿Cuál es tu problema? Solo quiero ayudar.
—Eres tan...—Chillé y mis mejillas estaban calientes, quería estrangularlo y patearlo en la entrepierna hasta que se quede estéril.
—¿Tan qué?
—Bipolar—Listo, lo dije—Un día eres lindo, y amable. Al otro eres distante y frío.
—¿Qué tan frío?—No estaba para sus estúpidas bromas. No estaba para nada de esto.
—Como el helado que ahora está pegado a mi cuerpo.
—Dios. Sabía que lo era pero jamás me imaginé que tanto—Despegó un pedazo de tela de mi espalda—Eres muy franca.
—Te lo mereces.
—Nadie merece que lo hagan sentir miserable.
—¿Lo logré?
—Tú tienes el mayor récord—Se acercó, a una distancia respetable. Me miró fijamente y bajé la cabeza, mis ojos empezaban a cristalizarse. Ya había llorado aquí antes, y llorar frente a cuatro cámaras no se comparaba con tenerlo a él cara a cara.
Miré sus labios delgados púrpuras. Sentía unas voraces ganas de plantarle un beso y salir corriendo.
—Lo siento. Fue muy grotesca la forma en que te lo dije. Créeme que la culpa no me ha dejado dormir—No dije nada. Y estaba segura de que él no esperaba que le respondiera al instante. Debo reconocer que es muy bueno lastimando a los que lo quieren.
Aunque el semblante de Tedd lo oculta demasiado bien, sé que algo dentro de él se rompe cuando lo trata así durante el día, porque en las noches es donde sale su lado más dulce.
Su tono de arrepentimiento suena muy convincente, o me quiero convencer de eso, porque aún sigo hecha una fiera por lo de esta tarde. Quiero seguir con el tema del libro, pero me doy cuenta de que ya no es tan importante, sigo con intriga, pero puedo esperar unos días, al menos antes de que me largue de aquí.
—¿Quieres compensarlo llevándome a caballito hasta mi cama?—Bromeo y lo acerco para apoyar mi frente en la suya.
Suelta una risita y se arrodilla. Rodeo con mis brazos su cuello y se levanta, elevándome del suelo, enrosco mis piernas en su cintura.
—No te sueltes.
—No planeaba hacerlo—Camina con cuidado. Apoyo mi cabeza en su hombro y su perfume masculino inunda mis fosas nasales. Empiezo a cerrar los ojos. Sintiéndolo tan originalmente cerca de mí. Esto parecía un sueño.
«¡Mi secuestrador estaba cargándome en caballito!»
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El secuestro
Teen Fiction-No puedo dejarte ir-Me dijo con la voz entrecortada-Un secuestrador no puede liberar a su víctima. Un secuestrador no puede dejarla ir-Una lágrima corrió por su mejilla, me miró directo a los ojos y tomó mi rostro entre sus manos-Tú secuestraste mí...