Capítulo 5

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Cuando bajé del avión y sentí el piso en mis pies la piel se me erizo de lo helado que estaba. Parecía como si hubiera llovido.

—Volamos encima de la lluvia—Me dijo—No puedes morir todavía—Cuando seguimos caminando hacia un nuevo vehículo intentaba reconocer el lugar. Al parecer estábamos en Washington.

Cuando subí a la camioneta de nuevo, esta vez me senté en el lugar del copiloto y no atrás. Mientras él conducía yo no podía con el peso de la curiosidad de saber su nombre.

Miré el paisaje y era bonito, no vi ninguna casa en el camino. Era un lugar solitario y tranquilo. Un lugar perfecto para que nadie supiera donde me encontraba.

De forma disimulada giré hacia él, mantenía la vista hacia el frente inexpresivamente. La magnitud de sus pestañas le daban un lindo perfil, cuando el sol se asomaba por el espacio entre una nube y otra, la punta de sus pestañas se iluminaban haciendo pequeñitos destellos de luz.

—Deja de hacer eso—Dijo y me aparté de inmediato—No puedes verme sin que yo te lo permita.

—¿Es una regla?—Me arrepentí de haber abierto la boca y tapé mi rostro con mi cabello.

—Algo así, las sabrás cuando lleguemos.

Cuando la camioneta por fin se detuvo, y no lo hizo por un largo rato, podía ver a la distancia una casa blanca de tres plantas.

Cuando él se bajó, seguí quieta al ver que se acercaba a la puerta que estaba de mi lado. La abrió y me estiró hasta que salí disparada de mi asiento.

Caí encima de algo que se encajó en la planta de mis pies, pero no me quejé por miedo a como pudiera reaccionar.

Estábamos muy alejados, no entendía por qué no seguíamos en la camioneta, nos hubiéramos ahorrado tiempo.

La incomodidad en mis pies se hizo más fuerte, cada paso representaba una fracción proporcional de dolor. Se detuvo y el miedo de que se diera cuenta de mi torpeza invadió mi pecho.

Dudó y siguió su rumbo.

Cuando llegamos a la puerta principal solté un suspiro aliviada. Al entrar y tocar una nueva textura que no sea los caminos llenos de guijarros sentí que volaba, sentir la suavidad de un piso firme era el jodido cielo.

La casa era tan grande y fresca que me sentía en un castillo. El piso era de mármol y los muebles de diseñador gobernaban este precioso lugar. Pasé mis dedos por una mesa de caoba que estaba a mi lado y vi mis dedos sin una mancha de polvo.

Una escalera recta llevaba a la segunda planta, que estaba cubierta por una pared de cristal.

Las otras escaleras estaban en forma de caracol y te llevaban al último piso.

—Trata de no babear—Me dijo y me dio un golpe en la barbilla con su dedo—El piso costó cinco millones de dólares.

Seguí observando la casa estupefacta. Me encaminó hacia donde se suponía que estaba mi habitación. Cuando entramos a ella casi me da un paro cardiaco. Era mucho más hermosa y grande de lo que yo jamás hubiera imaginado. Me adentré más al cuarto y vi un guardarropa completamente lleno de prendas para chica.

Casi le doy las gracias cuando escucho un portazo. Me lanzo hacia la puerta e intento abrirla. Empujo y giro la perilla de la puerta hasta que se me cansa el brazo. Lo siento del otro lado de la puerta.

Cuando le suplico que me deje salir sus pasos se hacen distantes. Me alejo. Ahora estaba completamente sola.

Esculqué en cada rincón del cuarto para cerciorarme de que no hubiera cámaras.

Por mala suerte encontré cuatro, una en cada esquina. Fui a mi propio baño privado, que ahora no era tan privado por el diminuto lente que se miraba en la esquina de un espejo. Ahora estaban viendo cada uno de mis movimientos y escapar no sería tan fácil.

Probé la cama y era espaciosa y blanda, una cama de agua.

Esto de ser una rehén estaba resultando bastante ilógico. Nunca pensé que a las víctimas disfrutaban de ciertos lujos. Un cuarto limpio y un baño con agua caliente.

Por como estaba todo, pensé que esto era en serio importante. Lo que resultaba peor porque entre más grande sea el negocio, más es el sufrimiento. Una linda casa era para compensar el maldito infierno en el que me meterían.

Me quedo recostada por un largo rato hasta que mis tripas comienzan a rugir. No había comido desde hace... ¿Un día ya?

Por mi mente pasó mi papá. Teníamos tan buena sincronización que lo que él sentía, me daba vueltas en el estómago.

La cosa extraña que le estaba causando el martirio a mi pie derecho me hizo reaccionar. Me senté en el suelo y examiné la herida.

Estaba morado, hinchado y con sangre al rededor. Toqué asqueada y sentí pulsaciones. Tomé bocanadas de aire y tiré del extremo de la espina y sentí como hacía guerra para salir. Después de varios intentos y lágrimas el objeto punzante estaba fuera de mí. Sentí un alivio inmediato y me dirigí al baño para desinfectarlo.

Al tocar el agua inconscientemente fui adentrándome completamente en la bañera de porcelana. Con la ropa puesta, no me importó mojarla.

Cerré los ojos, disfrutando cada segundo de este momento, porque sabía que no tardaría mucho para que se acabara.

Alguien tocó la puerta, hice como que no escuché. Estaba segura de que era él, y tenía llaves, podía entrar por su cuenta.

Sentí una presencia en el baño. No me importó que alguien viera la ropa mojada, ni a mí dormida en la bañera.

—Baja a cenar—Dijo y lo vi recargado en la puerta con los brazos cruzados. Volví a cerrar los ojos.

—No quiero—Aunque me moría por un sándwich, mi orgullo era mucho más fuerte que mi hambre.

—¿Crees que te estoy preguntando?—Su voz se volvió fuerte y grotesca—Baja. Justo ahora.

—Estoy mojada.

—Vístete rápido—Me ordenó.

—¿Con tantas cámaras? Si quieres que baje, dame privacidad—Dije con cierto tono de altanería. Bufó y salió del cuarto. Cuando salí del baño sentí una soledad enriquecedora. Ya no me sentía vigilada, supe de inmediato que las había desconectado.

Me probé la ropa seca y era de mi talla, ya no me pregunté la razón del por qué lo sabían. Tedd me estaba esperando, al salir, me saludó cordialmente y me llevó hasta la cocina sin lastimarme el brazo. Al llegar a la mesa no podía creer lo que mis ojos estaban viendo.

Un platillo de restaurante Gourmet me esperaba en un plato acomodado a la perfección.

Me dejé caer en el asiento y lo devoré al instante, ignorando las miradas de extrañeza de Tedd y el otro tipo.

N/A

Oh Santa virgen de la papaya! Dios, cuando vi a este sexy hombre de ojos verdes dije, este es. Bueno, Tedd y "Señor" son de la misma edad, pero vi esto y dije: Te encontré. <3 Dios, de verdad me estoy enamorando de mis desiciones.

PD: Son de la misma edad, pero Tedd es mucho más musculoso, así que eso lo haría lucir considerablemente mayor, pero igual de bueno. 7u7 ah que.

El secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora