Capítulo 2

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La tenue luz solo iluminaba una parte del cuarto, cuando me incorporé en ese rincón pude sentir un dolor punzante en mi cabeza, cuando tantee noté que la sangre se había endurecido en mi cabello.

Escuché algunos jadeos, había alguien más aparte de mí en esa habitación.

—¿Hola?—Pregunté, me arrastré un poco hacia la silueta que estaba del otro lado—¿Estás bien?

Cuando vi que se acercaba hacia mí, el terror invadió mi pecho al notar la terrible imagen que estaba dibujada en su cara. La sangre seca estaba adherida a su piel, me quedé petrificada cuando abrió la boca y vi que no había nada dentro de ella.

Me arrinconé de nuevo y empecé a llorar ¿Cómo intentarán matarme?
Escuché alguna voces detrás de las paredes, el pánico se adueñó de mí y me desesperé por liberarme de esa cinta que hacía hormiguear mis muñecas.

No pude verlo entrar, bajé la mirada y me quedé quieta como una estatua, su recorrido en silencio hacía que me dieran nauseas, mis dientes castañeaban y ya no sentía mis extremidades.

Seguía con la cabeza gacha cuando escuche los gemidos de la chica que estaba conmigo, podía escuchar que la arrastraban y que ella intentaba luchar con todas sus fuerzas, cuando el sepulcral silencio inundó la habitación, alcé la mirada solo para darme cuenta de que estaba completamente sola.

Las voces detrás de las paredes se hicieron más intensas y de pronto un estridente ruido me hizo dar un salto hacia atrás.

Luché un poco más hasta que vi una silueta ancha y grande parada en frente de mí.

Me tomó del brazo con brusquedad y sentí un dolor punzante en mis piernas.
Cuando comenzamos a avanzar pasamos de largo a la chica que yacía en el piso en un charco de sangre, una lágrima se asomó por mis ojos y logré contenerla.

El camino se me hizo extremadamente largo, nunca supuse que llegaría a esta situación, me imagino a mi papá llamando a todos y fumando su pipa, lanzando libros y pateando los muebles una y otra vez. También a mi vecina me la imagino saliendo con su chamarra de piel y con su perro caminando por todo el vecindario preguntando con su voz chillona donde diablos me encontraba.
Por un lado estaba agradecida, ya que solo me tomaron a mí y no a mi papá, pero por el otro estoy molesta conmigo misma, si no hubiera sido tan arrogante y hubiera aceptado salir con Matt, yo no estaría casi muerta. O por lo menos si solo me hubiera quedado a escuchar la pelea entre el chico extraño y él creo que seguiría en mi casa, o comiendo una hamburguesa suprema con extra queso.

Cuando me soltaron y caí sobre mi trasero en el duro suelo casi congelado dejé de sentirme viva, ya no reconocía el camino.

—¡Levántate!—Gritó el hombre y le hice caso, esta vez ya no me sujetaba, mientras que en mi mente había un huracán de ideas de como escapar yo no tomaba ninguna, no hacía el intento de correr. Como si mi cerebro me hiciera impotente ante cualquier situación. Me vi obligada a respirar por la boca cuando mi nariz empezó a gotear como una cascada.

—¿Qué haremos con ella?—Decía una voz diferente, no me había dado cuenta de que no solo era uno.

—El jefe lo sabrá.

—¿Tú crees que nos deje quedárnosla?—Esa idea me causó un retortijón en el estómago, preferiría mil veces que me mataran a que unos de esos cerdos asquerosos me tocaran-Es una joya.

Hice caso omiso a ese "cumplido" y seguí caminando detrás de ellos, vi un gran edificio hecho de ladrillos, era muy bonito. Cuando vi que tomaban otra dirección no me sorprendí mucho, entre el edificio y otro igual de hermoso había un callejón en el que curiosamente hacía mucho más frío, al entrar ahí tropecé y pude notar que la paciencia de los hombres se estaba agotando, ellos lo que querían era hacerme daño y dejarme tirada ahí.
Me levanté rápidamente y cuando intenté avanzar de nuevo me detuvieron.

—Te deseamos suerte—Dijeron ambos en un tono burlón y con miradas que me daban mareos.

Había otro hombre en un traje elegante, era fortachón y tenía un semblante muy duro. Aunque era uno de ellos, en sus ojos había una calidez impresionante. A comparación con la frialdad y maldad de los otros, en él había algo diferente, había sentimientos y desde la luna se notaba que en su interior, era un oso de felpa que rogaba por un abrazo.

Me abrió la puerta y me dedicó una última mirada. La puerta se cerró y quedé a oscuras de nuevo.

Sabía que no estaba sola, por mi mente pasó la imagen de la chica sin lengua a la que le propinaron una bala en su cien.

Simplemente seguía respirando, esperando lo que sea que estaba ahí haciéndome compañía.

—Ya era hora.

Dijo al fin, mi corazón saltaba de un lado a otro pero mi cuerpo estaba tieso y frío. No respondí.

—¿Por qué tardaste tanto?

Enarqué una ceja y me llené de confusión ¿A caso no se había dado cuenta del infernal invierno que azotaba la ciudad?

Podía sentir que se acercaba. Estaba a punto de perder el auto control, estaba a punto de hacer un escándalo y gritar a los cuatro vientos que me ayudaran.

Cuando sentía su cuerpo cada centímetro más cerca del mío mi pecho estaba más cerca de explotar, ya estaba perdiendo las esperanzas de salir viva de esto, me cercioro de que nunca las tuve de todos modos.

En mi mente comencé a recitar un discurso de despedida, decirle a mi papá que lo amo, a la vecina que hace las mejores galletas de avena del mundo y a su perro que se puede quedar con mi suéter azul cielo y que ya no me importa si está roto o no.
Cerré los ojos con fuerza esperando el final.

Sentí unos dedos delgados sosteniendo mi barbilla y abrí uno por uno mis ojos con lentitud.

El secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora