Capítulo 15

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Quedan sólo seis días.

Miro por la ventana y hay un pequeño y delgado rayo de sol cayendo por encima de las lavandas.

Me doy una larga ducha. Cuando veo los zapatos los ignoro y muevo los dedos de mis pies, solo para hacerlo un poco más simbólico veo de nuevo el lugar donde alguna vez estuvo esa horrible cicatriz con pus y sangre.

Mi cabello gotea en la espalda y siento un cosquilleo, esta vez no quiero salir de la habitación, por alguna razón no me apetece ver a nadie, ni siquiera a "Señor". Pero quiero otro libro.

Salgo sigilosamente como siempre y llego a la habitación.

Busco con el mismo cuidado de la primera vez algún libro, pasando exactamente igual las yemas de mis dedos por cada una de las portadas. Está el libro azul que me rompió el corazón y le lanzo una mirada de desdén.

Voy para el que está a un lado, es café, con pasta un poco más delgada, pero huele rico.

—¡Bu!—Doy un salto hacia atrás y mis brazos toman una nueva fuerza, clavo mis pequeños puños en el estómago de señor y él se contrae.

—¡Uh! Lo siento, lo siento—Exclamo y lo ayudo a incorporarse.

—Eres más fuerte de lo que creí—Cierra los ojos y empieza a recuperar el aire perdido por mi desmedido golpe-Cambiando de tema ¿Qué haces aquí?

—Eso—Balbuceé—Es una gran pregunta, déjame responderte...—Esperó pacientemente a que articulara algún sonido. Pero no había nada que decir, había entrado a un maldito lugar prohibido. Listo—¿Estaba aburrida?—Sonrió y me quitó el libro de las manos.

—Si estas aburrida...—Dijo mientras miraba selectivamente cada uno de ellos—Toma este—Era gris, con lindos detalles en los bordes de la pasta.

—¿Qué tiene ese que no tenga este?—Señalé de nuevo el libro café.

—Letras—Abrí el libro y las páginas estaban en blanco.

—¿Qué diablos?—Lo dejé de nuevo en el librero y tomé el gris—¿Por qué razón te venderían un libro sin letras?

—Pregúntale al escritor.

—No sé quien es el escritor.

—Eso es un problema—Pasó su mano por debajo de la mía, rozando sus dedos con la palma de mi mano, hasta que finalmente sus dedos se entrelazaron con los míos y los apretó ligeramente, mientras que mi mano estaba tiesa y caliente, estaba empezando a humedecerse—Vámonos—Asentí. Giré un poco la cabeza hasta la parte más gorda de mi brazo y el moretón empezaba a desaparecer. Esta era una manera mucho más linda de sacarme de algún sitio donde no soy bienvenida.

No soltó mi mano hasta que llegamos a la sala de estar.

Me sentí vacía al momento de ya no sentir sus delgados dedos con los míos. Jamás me sentí más lejos de algo.

—Gracias por no tomarme del brazo esta vez—Le dije sin quitar la vista de su mano.

—Es bueno intentar cosas nuevas. Planeo hacer algo mejor para la próxima—Me ruboricé. Bajé la vista hacia mis pies. Esperando que el escarlata disminuyera un poco.

—No puedo esperar—Esbocé una sonrisa. Pasó su mano por mi nuca, obligándome a ver sus hermosos ojos marrón-rojizo.

Cuando queda a centímetros, cierro los ojos. Mi corazón se tranquiliza al sentir sus labios en mi frente. Suelta un suspiro y me mira de nuevo.

—Creo que ya quedó claro—Sonrío y rodeo con mis brazos su cintura. Me corresponde el abrazo y lo suelto.

Me vuelve a tomar de la mano y me lleva a mi cuarto. Cuando me deja sola abro el libro de atrás hacia adelante, asegurándome de que hay un final y no una frase a medias.

Doy un suspiro de alivio al ver un punto. Devuelvo las páginas al principio y empiezo a leer.

Era más amor que misterio como en el otro libro, pero era igual de atrayente. Pasaba cada una de ellas como golosinas, cada ojeada equivalía a un aroma diferente. Unas páginas olían a nuevo y otras a pino, algunas a madera y otras a un ligero toque floral. No me separé de él hasta que cayó el sol, hasta que los últimos rayos dejaban todo su esplendor en el jardín.

Tocaron la puerta.

—Hora de cenar—Me dijo señor del otro lado, me extrañaba que no entrara como de costumbre.

—Pasa—Le dije y abrió la puerta silenciosamente—Pensé que habías olvidado lo de los horarios.

—Ya no hay horarios. Solo no soporto no tenerte en la mesa abrasándome con tu visión de rayos X—Solté una carcajada.

—¿Eso hago?—Me acerqué y preparé mi mano para que él la sujetara.

—Desde que llegaste—La tomó y sentí una descarga eléctrica.

—Debía defenderme, eres realmente aterrador.

—Tú das dolores de cabeza—Alzó nuestras manos juntas y las agitó con suavidad.

La mesa estaba acomodada como de costumbre, platos y miles de cubiertos a los costados. Odiaba que "Señor" fuera mucho más inteligente que yo en todos los aspectos.

Alcé la vista hacia el techo y el corazón que estaba apartado tenía algo diferente, no sabía que era, pero podía sentir un gran cambio en ese detalle. "Señor" comía y yo solamente jugaba con las servilletas, como siempre lo he hecho desde que llegué aquí.

Había algo extraño, no era yo quien lo acosaba con la mirada, ahora era él. Sentí lo mismo que él sentía, hostigamiento y mariposas en el estómago, todo junto y de golpe.

—Te entiendo—Le dije y le aventé una bolita de papel a la cara. No dijo nada, solo sonrió—¿Sabías que yo ya había entrado a la biblioteca antes?—Asintió—No dijiste nada ¿Por qué?

—Ya estoy acostumbrado a verte metida en lugares donde no debes entrar.

—Mi don de escurrirme ha mejorado mucho.

—Mi don de encontrar algo que me importa también—Hubo un silencio. Uno de esos en los que las miradas son las que toman la conversación, donde los gestos y las palabras son de segunda y donde una sonrisa, expresa mucho más que un grito.

—Te extrañaré—Le dije. Su rostro se ensombreció y sentí un nudo en mi garganta. Sentía que las lágrimas iban a salir en cualquier momento.

—También yo—Ya nadie estaba sonriendo—No te imaginas cuanto.

Ahora su mirada me daba frío, la calidez se estaba yendo de nuevo.
«Seis días» pensé «Me voy en seis días».

El secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora