Diego

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Mi padre es un ladrón. No hay otra forma de decirlo. Un ladrón muy refinado, sí, pero aún ladrón. Sucede que al creer que ya lo iban a quitar del puesto, decidió llevarse un suvenir. Ahora vive en Barcelona, pero siempre que necesito dinero, sólo le mando una carta (con otro nombre por supuesto) y en par de días me manda una ayuda muy generosa.

Llamarlo es más fácil pero tiene miedo de que lo rastreen o que averigüen su número. En parte tiene razón, el tipo ese del banco y el Detective no han parado de visitarme estas últimas semanas. Están convencidos de que sigo en contacto con él, pero de mi no sacarán nada.

La vida es dura. El dinero del trabajo no me alcanza para mucho y el viejo sólo me manda una vez al mes, suerte que tengo mi otro trabajo que me ayuda en esos días de necesidad.

Es simple, tengo un suplidor y un comprador, sólo tengo que llevarle al comprador lo que el suplidor tiene. No sé si me entienden pero ya deberán saber que mi trabajo no es muy legal que digamos y rima con María y Juana. No es nada de alto riesgo, sólo le vendo a un pequeño grupo de personas, gente no peligrosa.

Es simple, me piden una cantidad y me dan el dinero, luego les busco lo que quieren y listo, dinero extra para hacer lo que quiera. Que la venda no quiere decir que un día no pruebe el producto pero no hay que juzgarme por eso.


Littera In FlammasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora