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Hace veinticinco días que le llego la carta y no había podido averiguar nada. Que lástima, mañana será una persona muy famosa, pero también será una persona muy muerta. Ortiz González, cuarenta años, el jugador más viejo hasta ahora. Pudo llegar a la segunda carta pero después perdió la esperanza. Se quedó en su casa como refugiado, sólo saliendo para trabajar. Comía en el trabajo y cenaba en su casa. Que iluso, creyendo que así se iba a salvar. Pasaron los veintiún días del juego y no murió. –Estoy a salvo– pensó, aunque sigue recluido, por si acaso. Lo deje disfrutar de su falso sentido de seguridad, hasta que se quedó sin comida, claro debía ir al supermercado. De vuelta a su casa, en pleno día, no era muy difícil. No tenía auto, ninguno ha tenido, lo hace mucho más conveniente. Sólo bastó un segundo, una distracción, y una dosis de M–99, tranquilizante de caballos. Esto hacia mucho más fácil modificar la escena del crimen. Este sería un robo a mano armada, hubo forcejeo esta vez.

Le coloco par de heridas defensivas. Con sólo media dosis del tranquilizante, pierden control de sus movimientos, no se detecta en la sangre y son fáciles de hacer caminar. Lo hice caminar por el callejón, aquí seria la herida fatal, un cuchillo en el abdomen, típico después de una lucha por la vida.

Se leestaba pasando el efecto anestésico. Lo deje en el callejón para que tambalearahasta su muerte, se vería más natural.

Salí del callejón mientras oí su cuerpo caer. Para la policía, un robo a manoarmada, no encontraron su cartera. Para mí, otro perdedor. Es hora deescribirle una carta a la nueva integrante del juego.


Littera In FlammasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora