Diego

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Tuve que pagarle la fianza a Andrés. Que irónico, siempre creí que sería al revés. Al parecer encendió un bote de basura por accidente y por casualidad encontró unas tarjetas de crédito de un recién muerto. Vaya suerte la de Andresito. Por suerte el detective tras interrogarlo se dio cuenta de que no tenía nada que ver con eso, me llamó, le pagué la fianza y listo. Nos encontramos con su vecina, era linda, medio pequeña, pero se nota que lo que le falta de tamaño lo tiene en carácter. Mejor me voy a la casa directo, se está poniendo tarde.

Al abrir la puerta noto algo extraño, una carta pegada en la pared. No estoy seguro si es verdad, pero un tal O. González me acaba de decir que averigüe quién es o si no me mata. Que estúpido, si quiere que averigüe quién es no debería poner su nombre. Aún así, sonaba en serio. Debería llamar al viejo a ver si sabe algo. Mandarle una carta tomaría demasiado. Marqué su número y esperé el tono, después de un rato contestó el teléfono. –Pa, tengo un problema. – Le dije, yendo directo al punto. – ¿Qué necesitas?– Seguro creía que era dinero. –Me acaban de mandar una amenaza de muerte. – Otra vez, directo al punto. – ¿Quién?– Al parecer ya estaba más interesado.

–Dice O. González, pero puede ser falso. – seguro quería llenar la firma, además no podría ser tan estúpido. –Si ese es el caso, lleva la carta a la policía, tú no tienes problemas con ellos, deja que investiguen el asunto. – Sonaba extraño oír a mi padre decir que vaya a la policía, de los mismos que él se oculta. Después de otras formalidades de cortesía y de padre e hijo, colgué. Lo mejor sería llevarla ahora la carta. Mejor lo hago mañana, total, el tipo me dijo que tenía veinticinco días de vida.


Littera In FlammasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora