El corazón de la empresa

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Entré a la casa y alguien tiró de mi brazo, hasta dirigirnos a un armario justo debajo de las escaleras que daban al segundo piso. A oscuras, sentí cómo una lengua invadía mi boca con ansias, sin ningún gesto de ternura, solo de deseo, de desespero. La danza de nuestras lenguas me desquiciaba, me exigía pedir más y más.

-Maldición, Marisol, ¿qué has hecho conmigo?-Soltó en mi boca y eso provocó que mordiera su labio inferior, provocando que de su garganta brotara un gruñido.

-Estás loco, Arquímedes; alguien pudo vernos-reclamé, pero solo podía pensar en cómo aquel hombre introducía su mano por debajo de mi pantalón, hasta llegar al borde de mis bragas.

-No pude contenerme, aquel imbécil me hizo perder la cabeza-sabía que se refería a Javier. Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios al saber que Arquímedes estaba celoso. Muy pocas veces él decía lo que sentía de forma directa, así que disfruté sus palabras.

-No le digas así-defendí a Javier y Arquímedes mordió mi labio inferior, de manera que no pude evitar soltar un gemido. Su mano se introdujo debajo de mis bragas y comenzó a acariciar mi centro. La manera tan delicada en que lo hacía me exigía que siguiera, que introdujera sus dedos para brindarme placer, un placer que solo Arquímedes podía darme.

-¿Defiendes a aquel payaso bien vestido?-Soltó y no pude evitar reír.

-Sí que sabe vestir-lo reté y de manera arrebatada, Arquímedes introdujo su dedo en mi sur, haciéndome ahogar un grito por la invasión.

-¿Qué más tienes que decir?-Dijo con voz ahogada. Podía sentir su entrepierna en mi vientre y su dureza me hacía casi reventar.

-Es muy sexy-dije y Villanueva introdujo otro dedo, moviéndolos a un ritmo acelerado, salvaje. El cosquilleo en mi vientre, el roce de sus dedos con mi carne más débil, la respiración entrecortada de ese dios que tenía enfrente, el reducido espacio que hacía que el sonido fuera más excitante... Todo eso me estaba llevando al límite de la locura.

-¿Qué más?-Soltó con voz entrecortada y casi me reí por la manera tan cortante que lo dijo. Me hubiera reído si no fuera porque la excitación nublaba mi mente.

-Está bien bueno-le dije y Arquímedes soltó un gruñido, bajó mis pantalones junto con las bragas e introdujo otro dedo. Sus movimientos aumentaron de velocidad... Quería gritar y gritar, pero no podía hacerlo. Era un castigo, un castigo delicioso. Ese dios introdujo su lengua en mi boca sin dejar de mover sus dedos en mi centro y la presión en mi vientre comenzó a aumentar. Estaba cerca, ya casi llegaba al éxtasis.

-Hazlo, Marisol, hazlo-dijo su ronca voz y eso fue suficiente para hacerme llegar al punto más elevado del placer. Mi corazón martillaba a una velocidad que dolía y a mi respiración le costaba volver a neutralizarse. Arquímedes me dio un cálido beso en la comisura de mis labios y pude sentir su sonrisa en mi boca-. Contigo nunca será suficiente-dijo con voz ahogada. Nuestro sudor se mezclaba, nuestras respiraciones se unían como dos polos opuestos y mi corazón le pertenecía.

-Te odio, maldito gilipollas- le dije y de su boca brotó una carcajada. Como acto de reflejo, cubrí sus labios para silenciarlo. Él movió su lengua en círculos y quité mi mano con cara de asco-. ¡No seas cochino!-le dije y ahogué una carcajada.

Un ruido detrás de la puerta nos hizo dar un respingo. Mi corazón comenzó a martillar deprisa y los nervios me invadieron casi al instante.

-¿Dónde se metió Marisol?-La voz de mamá casi me hizo salir corriendo de allí. Arquímedes me pegó a su pecho y cubrió mi boca con sus manos. Nuestros corazones acelerados se unieron. Comenzó a darme calambre en la pierna y provoqué que algo se cayera dentro del armario. Cerré los ojos con fuerza, porque de seguro mamá había escuchado el ruido. Estaba perdida, mamá me descubriría y no tenía salida. Arquímedes se tensó y pude escuchar los pasos de mi progenitora acercarse. Mi corazón se saldría por mi boca. ¡Mierda, mierda, mierda!

•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora