-Arquímedes, no me jodas así-le dije riendo. Reír era la única forma de amortiguar mis nervios. Ambos estábamos en el ascensor y sentía que me faltaba el aire. Aunque el ascensor era enorme, sentía que el espacio entre Arquímedes y yo era demasiado reducido. De hecho, así era. Él estaba tan pegado a mí que tuve que dar un paso hacia atrás para tomar distancia. Él estaba serio, pero sabía que estaba aguantándose para no reír. ¡Maldita sea cuando mi oficina estaba en el último puto piso de ese puto edificio! Miraba constantemente los números de los pisos y los sentía pasar a una lentitud que me desesperaba.-No te estoy jodiendo, nos vamos juntos y no te vas a negar-me dijo en un tono de autoridad y no pude evitar soltar una carcajada.
-¿Desde cuándo eres tan gilipollas?-Le dije riendo y él sonrió.
-¿Cuánto tiempo pasaste en España?-Me preguntó de la nada. Yo lo miré confundida ante su pregunta tan al azar.
-¿Cómo sabes que...-Iba a preguntarle cómo sabía que estuve en España, pero era más que evidente la respuesta. Estaba en mi curriculum-. Cinco años-le contesté y miré el número de pisos nuevamente. Definitivamente ese puto ascensor necesitaba repararse; era más lento que mi abuela.
-Eso lo explica-dijo él sin mirarme y alcé una ceja.
-¿Explica qué?-Le pregunté y me sorprendió mi tono tan amable-. Gilipollas-agregué para no parecer tan amable con él.
-Tu uso de palabras. Joder, gilipollas, hostia...-empezó a soltar un montón de palabras españolas e imitar el acento y no pude evitar soltar una carcajada.
-Okay, vale. Que no lo hago a posta-le dije riendo-. Realmente su dialecto me encanta, pero mi madre siempre dice que mientras esté en mi país no lo use. Tremenda gilipollez, pero así es mi madre. Aunque muchas veces me resulta inevitable. A veces me pregunto por qué me acostumbré tan rápido a hablarlo. Se dice que el dialecto nativo difícil se olvida, pero yo siento que España forma parte de mí. Y joder, así es, pues la raza puertorriqueña es una mezcla de tres: española, africana y taína-dije y él rió. Cuando terminé de hablar, me sorprendió sentirme cómoda hablando con Arquímedes.
-Bueno, niños, la clase de historia ya ha acabado-dijo jocosamente y no pude evitar unirme a sus risas. Cuando dejamos de reír, ambos nos quedamos viéndonos a los ojos. Justo cuando él abría la boca para decir algo, el ascensor se abrió. Sin pensarlo dos veces, salí de allí.
-Hey, el estacionamiento es por acá-dijo cuando salimos de la empresa. Ya era de noche y no veía la moto de Adrián por ninguna parte.
-Que ya te he dicho que no voy a irme contigo, Arquímedes. Mi novio vendrá a buscarme-le dije mirando para todos lados en busca de la moto de Adrián. No estaba por ninguna parte.
-Y ya yo te he dicho que vendrás conmigo-me dijo agitando sus llaves. Puse los ojos en blanco. Miré nuevamente para todos lados y no vi a Adrián por ninguna parte. Chequeé el reloj y ya faltaban quince para las siete y treinta. No llegaría a tiempo, aunque el club no quedaba tan lejos de allí.
-Mi novio vendrá a buscarme-repliqué cruzándome de brazos. Él alzó una ceja.
-¿De veras? Porque no lo veo por ninguna parte. Además, llegarás tarde a Ola Tropical y me imagino que te están esperando-dijo y lo miré rápidamente.
-¿Cómo sabes que voy para allá?-Le pregunté, pero de alguna manera sabía la respuesta. Miré para todos lados y luego lo volví a mirar. Él agitaba sus llaves y me miraba con una ceja alzada, pero sonriendo-. Joder, eres un monstruo vestido con traje-le dije y él rió triunfante-. Busca tu auto, porque no pienso caminar hasta allá con estos tacones-le dije cruzándome de brazos. Él caminó hacia mí.
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•Un amor irreversible•
RomanceCada arruga que mis manos poseen me recuerda los trazos de un amor que nació por la fuerza del destino. Un amor que me subió, me elevó hasta lo más alto del placer, y así mismo me desplomó. ¿Y si te digo que ese desplomo solo fue la fuerza del desti...