Así como si nada

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Arquímedes

La vi alejarse junto a la que supuse era su amiga. Sabía que su rostro me era conocido. Era la mujer que sería entrevistada para trabajar en mi empresa. Lo comprobé al escuchar su nombre. La realidad es que era más atractiva en persona que en foto. ¡Pero rayos! ¡No se callaba ni por un segundo! Era simpática, pero muy torpe también. Jamás olvidaría su rostro avergonzado. ¡Cómo disfruté mintiéndole sobre mi libro! No niego que me resultó divertida nuestra pequeña conversación. Tenía el presentimiento que no sería la última vez que hablaría con ella...

Me levanté de la barra de bebidas y le agradecí al bar tender, dejándole una propina razonable. Es cierto que nunca me había hecho falta nada económicamente, puesto que mis padres siempre habían sido agraciados con el dinero, pero si había algo que admiraba de ellos, era que ese dinero lo ganaron con grandes esfuerzos y sacrificios. Mi abuelo dio comienzo con la empresa, pero mi padre fue quien la llevó a la cima. Desde pequeño mi sueño era trabajar con mi padre en la empresa, así que cuando él decidió retirarse, no dudó en dejarme a mí a cargo, pues los negocios eran mi pasión. Una pasión que me llevó a tomar grandes decisiones, decisiones que necesitaba remediar, pues mi padre me confió la empresa; no podía decepcionarlo.

Caminaba alrededor de la piscina, pensando en cada movimiento empresarial que haría cuando regresara de estas vacaciones, cuando mi teléfono comenzó a sonar.

-¿Para qué me llamas?-Le contesté a Rodrigo. Sus llamadas no dejaban de llegarme desde que me fui de viaje.

-Hola, Rodrigo, ¿cómo estás?... ¿Dónde dejaste tus modales , mi querido Sr. Piedra?

-Al grano, Peralta...

-Está bien, está bien... Vengo a darte una noticia...

-¿Qué noticia?

-¡Ya tengo asistente!

-Oh, no me digas... ¿Sin mi aprobación?

-Tranquilo, estoy seguro de que la aprobarás...

-¿Cómo estás tan seguro? De seguro es una rubia con grandes pechos y sin cerebro...

-Te equivocas , mi queridísimo Sr. Presidente. A que no sabes a quién escogí...

-Bueno, si no me dices no sabré a quién...

-¡Qué carácter! Bueno, pues como usted es un gran amigo mío y además eres mi jefe... Bueno, mi jefe en la oficina nada más... Y bueno, ya sabes que siempre termino haciendo lo que tú dices...

-¡Acaba y dime, Peralta!

-Qué impaciente eres, Sr. Piedra... Bueno, pues mi asistente es esa que tú escogiste, la Marisol Pérez Núñez. No te niego que al principio me pareció algo feo, pero joder, la mujer no está nada mal. Pero no la escogí por eso, en realidad tenías razón, es inteligente y por demás simpática. No dudé en darle el puesto...

Peralta continuó hablando, pero yo no le prestaba atención. Sabía que no sería la última vez que la vería. Esto se pondría interesante. Sonreí al pensar lo torpe y cotorra que esa mujer era, pero luego mi sonrisa desapareció al escuchar mi nombre detrás de mí...

-Arquímedes, mi amor, te he buscado por todo el hotel...

-Al parecer no buscaste acá- le dije a ella, envolviendo su cintura con mis brazos.

-Ven, mi muñequito, vamos a la habitación...


Marisol

-No me jodas, Fabiola, ¿para qué me quieres hacer poner esta cosa?-Protesté, observando el sostén de cocos y la falda hawaiana que me había dado.

•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora