La luz del sol entraba por mi ventana, colándose como un líquido empeñado en traspasar las finas cortinas blancas de mi habitación. Abrazaba mi rostro y su calidez me hizo sonreír, pues un nuevo día había comenzado... Pero el intenso sol no fue lo que hizo que me levantara de la cama, sino un rico olor proveniente del otro lado de la puerta. Giré mi cabeza y vi la hora en la mesita de noche... Seis y cuarenta y cinco. Mi alarma estaba programada para las siete... Quité las sábanas que cubrían mi cuerpo y puse mis pantuflas sobre mis pies, pues el suelo estaba congelado, a pesar de que el sol azotaba mi habitación directamente.Fui al baño, lavé mis dientes y limpié mi cara con agua. La sensación de frescura era agradable y me quedé observando mi rostro durante no sé cuánto tiempo. Joder. Tenía los ojos de Teresa, los ojos de mi madre. ¿Cómo no pude darme cuenta antes de que esa mujer era mi madre? Joder, si hasta su jodida nariz tenía, y sus labios... ¡Carajo!, yo era cagada a mi madre, a Teresa. Sonreí y mil veces sonreí. Ese hueco en mi corazón, ese vacío que mi supuesta madre provocaba ya no estaba, ya no sentía que algo me hacía falta, pues eso ya lo tenía, siempre lo tuve, el amor de Teresa, pero nunca me conformaba, pues me hacía falta que "mi madre" me aceptara tal y cual era, que me viera como la buena hija que ella quería que fuera. Supongo que mi forma de ser, mis gustos, que nunca encajé con la gente estirada como ella, se debía al precio que tenía que pagar ese monstruo por haberle arrebatado a Teresa la oportunidad de ser madre, de que yo pudiera llamarla mamá. Aunque eso solo es un título, un título que Teresa se ganó sin siquiera yo saber que le pertenecía de cualquier forma, pues ella cuidó de mí, estuvo cuando más lo necesité, me aconsejó como madre, un rol que Jessica jamás pudo arrebatarle. Lo que no entendía era por qué si Jessica deseaba ser madre, no se encargó de serlo. Supongo que un monstruo como ella no tiene la capacidad para serlo, sabrá Dios y ese bebé que perdió era muestra de ello, de que no debía ser madre, nunca lo fue, y eso casi me cuesta la vida. En mi adolescencia intenté suicidarme a causa de su desprecio. Yo solo quería formar parte de la familia, que me vieran como lo hacían con Janette, pero para ella nada era suficiente, nada de lo que yo hacía le mostraba que merecía ser llamada hija. Toda esa mierda la dejé atrás, no pensaba en mi intento de suicidio, pues era una etapa que había atravesado y que sabía jamás volvería a atravesar. No con la nueva vida que tenía por delante. Con Teresa, mi madre-joder, no me cansaba de repetir que era mi madre-, mi renuncia a Diseños Villanueva... Mi vida cambiaría por completo; vendería mi apartamento y compraría una casa para mí y Teresa, en donde estaríamos más cómodas, porque mi apartamento era amplio, pero no quería que Teresa viviera en un apartamento de soltera; buscaría un nuevo empleo. Con el buen historial que tenía de seguro conseguiría uno rápido. Mi renuncia a Diseños Villanueva quizás mancharía mi curriculum, pero no me dejaría vencer por ese error, que sin duda, me arrepentía de haber pasado. Estaba atravesando una nueva etapa y ese día sería mi último paso para comenzarla. Ese día acabaría con todo lo que me causó daño, acabaría con él y su amada empresa.
-¡Sol, tienes una llamada!-el lejano grito de Teresa me escabulló de mis pensamientos. Amarré mi cabello en una coleta y salí del baño para caminar hacia mi pequeña, pero cómoda sala. Sonreí al verla con su mandil de flores y una olla entre sus brazos, agitando lo que supuse era mezcla de panqueques. Le lancé un beso, el cual me respondió con una guiñada, y tomé la llamada.
-Hello-contesté y de inmediato reconocí la voz de mi jefe.
-Hola, Marisol. Buenos días. ¿Te he despertado?
-Sí, pero no importa, ser inoportuno es lo tuyo- mentí, cortante, pero al parecer lo que dije le causó ganas de reír, pues lo escuché haciéndolo.
-Entonces disculpa por eso. Te llamo para avisarte que hoy no habrá trabajo en la empresa.
-¿Qué? ¿Y la junta de hoy?-Pregunté más alterada de lo que quería sonar, pero la noticia me tomó por sorpresa. Joder, eso no me podía pasar a mí, ese día sería mi golpe final.
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•Un amor irreversible•
RomanceCada arruga que mis manos poseen me recuerda los trazos de un amor que nació por la fuerza del destino. Un amor que me subió, me elevó hasta lo más alto del placer, y así mismo me desplomó. ¿Y si te digo que ese desplomo solo fue la fuerza del desti...