Más allá del deseo

689 44 0
                                    



Imposible... Simplemente imposible... ¿De verdad Arquímedes estaba en mi apartamento? ¿De verdad me estaba besando con tanta intensidad? ¡Joder, sí que lo estaba haciendo! Cuando su lengua invadió mi boca, solté un gemido por la increíble sensación. Sí, allí estaba él, besándome, besándome con ganas, y mi boca le respondía sin problemas.

-Arquímedes... ¿Qué... estás haciendo?-Le pregunté jadeando. Joder, ese beso estaba quemando mi alma, mi ser. Necesitaba oírlo, necesitaba saber que eso de verdad estaba pasando.

-Hago... lo que he querido hacer desde hace mucho... Te deseo, Marisol-me dijo con voz entrecortada. Sí, eso era real, estaba pasando y no quería parar. Mi mente me reclamaba que lo hiciera, pero mi cuerpo lo deseaba, lo deseaba demasiado como para parar.

-Mmm...-mi intento de hablar falló y lo que conseguí fue gemir. En segundos sentí su entrepierna en mis caderas. ¡Joder, estaba tan dura! Eso lo que hizo fue encenderme aún más. Él tiró de mi cabello con delicadeza y me hizo verle a la cara.

-¿Me... deseas?-Me preguntó y yo solo conseguí asentir. Quería volver a unir nuestros labios, pero él no lo permitió-. Dime que me deseas, dímelo-me dijo, pero yo no podía articular palabra alguna, mi cuerpo vibraba, lo deseaba, pero en esos momentos las palabras no me salían-. Dime que me deseas tanto como yo a ti-me dijo y solté otro gemido. Sentía su entrepierna tan dura contra mis caderas que la excitación alcanzaba unos niveles que jamás había sentido y mira que yo era altamente sexual de por sí. Él respiró hondo. Podía sentir que me deseaba, me deseaba tanto como yo a él.

-Te... deseo-logré articular. Él no lo pensó dos veces y me tomó por las caderas. Yo entrelacé mis piernas alrededor de su cintura y él soltó un gruñido. ¡Demonios! ¡Estaba demasiado excitada! Sentir su dureza hacía que perdiera la poca cordura que tenía. Él me colocó en la barra de bebidas y comenzó a besarme el cuello. Lo hacía de una manera tan suave que sentía que podía explotar. Él me despojó de mi blusa, dejando a la vista mi sostén morado. Del cuello bajó al hueco entre mis senos enviando corrientes por todo mi cuerpo. Sin la más mínima timidez, bajé mi mano a su entrepierna y comencé a acariciarla. Él gimió por mi contacto y apretó mis senos. Le bajé la cremallera lentamente y él soltaba sonidos que hacían que me volviera loca. Sus pantalones de vestir cayeron al suelo como cascada, dejándolo solo con su blanco y sensual bóxer. Él me soltó y la falta de su contacto me desesperó. Se quitó su camisa de un tirón y cayó al suelo junto a su pantalón. Su cuerpo era jodidamente perfecto. Su ancho pecho resaltaba y ni se diga su pene. Yo me quité el sostén y mis senos quedaron al aire. Sus pupilas estaban tan dilatadas y me miraba con tanta lujuria que no podía apartar la vista de él mientras me desnudaba. Él tampoco lo hacía, me miraba como si yo fuera algo que no quisiera borrar de su memoria y eso me excitaba a niveles elevados. Ya desnuda, él me haló por las piernas y me pegó a su cuerpo. Sentir su pene a través de su bóxer fue una de las cosas más excitantes que jamás había experimentado. Él comenzó a restregarme su dura entrepierna en mi punto más débil mientras me besaba y eso casi me hizo reventar. Con un solo movimiento, Arquímedes me llevó al asiento de cuero y se colocó encima de mí. Sin parar de besarnos, le bajé su bóxer poco a poco y tomé su miembro en mis manos. Él soltó un gemido y comencé a mover mi mano hacia arriba y hacia abajo, dándole placer con mi mano. ¡Joder, estaba tan duro! Él se apoyó con un codo en el asiento y con una mano bajó hacia mi centro. Introdujo un dedo y yo ahogué un grito por su invasión. Comenzó a moverlo en círculos, haciéndome vibrar de placer.

-Cielos, Marisol, estás tan húmeda-me dijo con voz entrecortada lo que hizo que agitara mi mano con más rapidez. Él sacó su dedo de mi centro y se acercó a mi boca-. Te deseo, maldición, te deseo-ronroneó y agité mi mano con más y más rapidez. Él me detuvo-. Quiero sentirte-me dijo y no me dio tiempo ni de pensarlo. Él tomó su miembro y se introdujo en mí con gran facilidad, ya que mi humedad alcanzaba unos niveles altos. Ahogué un grito y él comenzó una danza suave, muy suave, y eso me desesperaba. Sabía que lo hacía para torturarme, lo veía en su sonrisa-. ¿Te... gusta?-Me preguntó en un susurro. Yo asentí, porque no podía hablar. Él comenzó a aumentar la velocidad de las embestidas poco a poco. Gemidos, gritos, jadeos salían de mí con cada minuto que pasaba. Entraba y salía... Entraba y salía... ¡Maldita sea! Eso era demasiado exquisito, demasiado delicioso. Mis piernas comenzaron a tensarse y la presión en mi vientre comenzó a aumentar. Joder, Arquímedes seguía entrando y saliendo, entrando y saliendo... Mi cuerpo no lo resistía más... Me corrí... Él seguía con su invasión y segundos después él sacó el causante de mi placer y se corrió en mi vientre...


•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora